Quebec (Lunes, 18-04-2015, Gaudium Press) Ann Sieben, una ex ingeniera nuclear, peregrinó 5.000 kilómetros a pie desde la ciudad de Denver, en Estados Unidos, hasta el Santuario de St. Anne de Beaupre, pasando por la Catedral de Quebec, en Canadá, a donde llegó justo a tiempo para el Triduo Pascual. La peregrina, quien ya era conocida como la «peregrina del invierno» a su llegada al templo, fue recibida con el tañer de las campanas y cruzó la Puerta Santa de la Basílica. Su destino, un Santuario ubicado al este de la ciudad de Quebec, solía ser visitado cada año por su abuela, cuya devoción a Santa Ana, madre de la Santísima Virgen María, motivó que ella fuera bautizada con ese nombre.
Ann Sieben camina en medio del desafiante clima del invierno. Foto: Ann Sieben |
Llegar al lugar de destino genera sentimientos encontrados en Sieben después de un recorrido tan prolongado según refirió a The Catholic Register. «Quiero que termine y llegar a mi objetivo, para completarlo», expuso, si bien admitió que al estar a punto de llegar intenta dar rodeos para alargar un poco la experiencia. «Es increíble estar en peregrinación donde cada paso es un lugar nuevo. Cada persona es alguien nuevo, cada Catedral en la que entro es algo nuevo. Es muy motivante. No quiero que se acabe, pero tiene que acabar. Un peregrino debe tener un destino.»
El sentido de ser peregrino
El propósito de caminar hacia un destino sagrado tiene un profundo significado para Sieben, quien carga consigo una Biblia, una manta, sandalias, algo de ropa extra, pero ningún aparato electrónico ni un teléfono móvil. De igual manera renunció a cargar dinero y depende de la generosidad de las personas que encuentra en su camino, una forma de vida muy diferente a la de su profesión de ingeniería nuclear y asesora de varios gobiernos europeos. «Usted debe dejar su vida para tener su vida. Yo dejé mi vida de ingeniera y tengo la vida de una peregrina», explicó.
«Estoy allá afuera sola y la mayoría del mundo no tiene mapas. Así que me aseguro de llegar a un destino cada día. Cada noche deseo dormir en una casa, bajo techo. Así que siempre debo asegurarme de que puedo llegar a alguna parte antes de la noche», relató la caminante. «Yo explico mi vida muy gentilmente: Soy una peregrina, necesito algo de ayuda, necesito un lugar donde dormir esta noche. Soy completamente mendicante, así que no tengo dinero. No soy una turista, así que debo pedir a la gente un lugar para quedarme, algo qué comer. Y la gente siempre me ayuda. Ellos me ayudan porque confían. Y la confianza es el fundamento de la paz. Esa es mi función de una servidora peregrina».
Su condición de peregrina está también debidamente acreditada con un documento autenticado por el Arzobispo de Denver, Estados Unidos, Mons. Samuel Aquila, y sellado en los diferentes lugares visitados por la caminante. A pesar de enfrentar tormentas de nieve, aguanieve y fuertes vientos, refirió no haber sentido temor, como tampoco lo sintió al caminar en África del norte durante un tiempo de revueltas.
«He sido progresivamente absorta por mi vida de peregrina durante los años», indicó. La primera peregrinación de invierno fue a Roma, la segunda desde Aachen, Alemania a Santiago de Compostela, España. «Caminé de Kiev (Ucrania) a la tumba de San Andrés en Patras (Grecia), llegando en Pascua», recordó. «Y me convertí en una peregrina de fe, y ya no hay mirada atrás. Entonces entendí que no hay días oscuros, porque hago lo que Jesús dice. Amar a Dios sobre todo, con alma y corazón, tu mente y cuerpo. Lo hago cada minuto del día. Y amar a tu prójimo como a ti mismo. Lo hago cada día. Y cada día pido y recibo, busco y encuentro, golpeo a la puerta – tal vez no la primera puerta – y la puerta se abrirá. Esa es mi vida cada día».
Con información de The Catholic Register.
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