viernes, 22 de noviembre de 2024
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El Papa comenta la parábola de la pecadora que enjuga los pies del Señor

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 20-04-2016, Gaudium Press) En la audiencia general de esta mañana en Roma, el Pontífice comentó la parábola de la pecadora arrepentida que enjuga con sus lágrimas los pies del Señor.

«Se trata de un hecho sucedido a Jesús -narrado en el Evangelio de Lucas- mientras era huésped de un fariseo de nombre Simón. Ellos habían querido invitar a Jesús a su casa porque había escuchado hablar bien de Él como un gran profeta. Y mientras estaban sentados almorzando, entra una mujer conocida por todos en la ciudad como una pecadora. Ésta, sin decir una palabra, se pone a los pies de Jesús y rompe en llanto; sus lágrimas lavan los pies de Jesús y ella los seca con sus cabellos, luego los besa y los unge con un aceite perfumado que ha traído consigo», expresa el Papa.

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La mujer lleva verdaderamente su corazón humilde y todo su ser a los pies del Señor: «Con sus gestos expresa con sinceridad su corazón. Simón, no obstante habiendo invitado a Jesús, no quiere comprometerse ni involucrar su vida con el Maestro; la mujer, al contrario, se abandona plenamente a Él con amor y con veneración».

Todos somos pecadores, «somos como enfermos, que necesitan ser curados, y para curarse es necesario que el médico los vea, los visite, los toque. ¡Y naturalmente el enfermo, para ser sanado, debe reconocer tener necesidad del médico!», insistió el Pontífice.

Tras el contacto amoroso con el Señor, «la mujer ahora puede ‘ir en paz’. El Señor ha visto la sinceridad de su fe y de su conversión; por eso delante a todos proclama: «Tu fe te ha salvado, vete en paz»», y con ello demuestra también que puede perdonar los pecados.

«A este punto, una sorpresa aún más grande invade a todos los comensales: «¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?» (v. 49). Jesús no da una respuesta explicita, sino la conversión de la pecadora está ante los ojos de todos y demuestra que en Él resplandece la potencia de la misericordia de Dios, capaz de transformar los corazones».

El Papa Francisco concluyó su meditación deseando para todos «que el amor de Cristo se derrame en nosotros: de este amor el discípulo se nutre y en él se funda; de este amor cada uno de nosotros puede nutrirse y alimentarse. Así, en el amor agradecido que derramamos sobre nuestros hermanos, en nuestras casas, en la familia, en la sociedad se comunica a todos la misericordia del Señor».

Con información de Radio Vaticano

 

 

 

 

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