Bangkok (Jueves, 21-04-2016, Gaudium Press) La fuga de los cristianos de Pakistán es un flujo que no para, motivado por violencias, presiones, acosos, intimidaciones, mala aplicación de la ley, y una amenazante ley de blasfemia que se constituye en continua fuente de abusos, que a veces concluyen en la muerte.
Muchos de ellos viajan a Tailandia, pues «el viaje cuesta poco y es fácil recibir el visado de turista», pero «pronto su sueño de paz se desvanece», expresa la agencia Fides.
Tailandia no ha firmado la Convención sobre los Refugiados de 1951 ni el Protocolo adicional de 1967. Por ello los que llegan al país como los cristianos paquistaníes prontamente se ven privados de derechos y protección. La visa de turista solo tiene vigencia de un mes, solo se puede extender pagando, mientras que la solicitud de asilo tiene un trámite entre 3 y 5 años.
«En este punto, el refugiado, que oficialmente no es tal, se convierte en un ilegal y un criminal -continúa Fides. No puede tener un trabajo legal y no tiene derecho a la asistencia sanitaria. Se ve obligado a situaciones de clandestinidad, y se convierte frecuentemente en víctima de tráficos oscuros y de trabajos serviles».
«Las ONG que trabajan en este sector están en contacto con muchos paquistaníes encarcelados acusados de delitos comunes. Las mujeres y los niños son encarcelados sin distinción. Las parroquias, la gente común, algunas organizaciones, les ayudan como pueden, violando casi siempre las disposiciones de la policía», insiste.
Con información de Aica
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