Ciudad del Vaticano (Martes, 03-05-2016, Gaudium Press) El día de ayer, por la mañana, el Papa Francisco inició su semana celebrando Misa en la capilla de la Casa Santa Marta. Estamos aproximándonos a la celebración de Pentecostés y las lecturas nos preparan para esto hablando, cada vez más, del Espíritu Santo.
En la lectura de este lunes, los Hechos de los Apóstoles narran que el Señor abrió el corazón de una mujer que oía las palabras de Pablo. Su nombre era Lidia y comerciaba púrpura en la ciudad de Tiatira.
El Espíritu Santo tocó el corazón de Lidia
Comentó Francisco en su reflexión:
«Esta mujer sintió algo dentro de sí, que la llevó a decir: ‘¡Eso es verdad! Yo estoy de acuerdo con aquello que este hombre dice, este hombre que testifica a Jesucristo. ¡Lo que él dice es verdad!’.
¿Pero quién tocó el corazón de esta mujer? ¿Quién le dijo: ‘Oiga, porque es verdad’? Fue precisamente el Espíritu Santo que hizo que esta mujer sintiese que Jesús era el Señor; hizo que sintiese que la salvación estaba en las palabras de Pablo; hizo que esta mujer oyese un testimonio.
El Espíritu da testimonio de Jesús. Y todas las veces que nosotros sentimos en el corazón algo que nos aproxima a Jesús, es el Espíritu que trabaja dentro de nosotros».
Persecución
El Evangelio habla de dos testimonios: el Espíritu que testifica a Jesús y nuestro testimonio. Nosotros somos testigos del Señor con la fuerza del Espíritu.
Jesús invita a los discípulos a no se escandalizar, porque el testimonio carga consigo las persecuciones.
De las «pequeñas persecuciones de los dice-que-dice», de las críticas, a aquellas grandes persecuciones, que «la historia de la Iglesia está repleta, que lleva a los cristianos a la prisión y los lleva hasta incluso a dar la vida»:
«Es el precio del testimonio cristiano, dijo Jesús. ‘Los expulsarán de las sinagogas y llegará la hora en que alguien, al matarlos, pensará que está ofreciendo un sacrificio a Dios’.
El cristiano, con la fuerza del Espíritu, testifica que el Señor vive, que el Señor resucitó, que el Señor está entre nosotros, que el Señor celebra con nosotros su muerte y resurrección, toda vez que nos dirigimos al altar.
El cristiano da también testimonio, ayudado por el Espíritu, en su vida cotidiana, con su modo de actuar, pero muchas veces este testimonio provoca ataques, provoca persecuciones».
Testimonio de vida
«El Espíritu Santo que nos hizo conocer a Jesús es el mismo que nos impulsa a tornarlo conocido, no tanto con palabras, sino con el testimonio de vida»:
«Es bueno pedir al Espíritu Santo que venga a nuestro corazón para dar testimonio de Jesús; decirle: Señor, que yo no me distancie de Jesús. Enséñame lo que Jesús enseñó. Hazme recordar lo que Jesús dijo e hizo, y ayúdame a testimoniar estas cosas. Que la mundanidad, las cosas fáciles, las cosas que vienen del padre de la mentira, del príncipe de este mundo, el pecado, no me distancien del testimonio», concluyó el Papa. (JSG)
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