Redacción (Martes, 17-05-2016, Gaudium Press) He aquí el lugar donde los minutos son siglos interminables, donde el dolor y la expiación se mezclan a la alegría y la consolación de la esperanza de poder ver a Dios en un cara a cara eterno: el querido lector ciertamente ya concluyó que se trata de la Iglesia que padece.
De hecho, nadie merece el Cielo fácilmente. El purgatorio es la patria de la justicia rigurosa y, al mismo tiempo, es la patria de la infinita misericordia de Dios: pues, para nosotros es una grandísima misericordia encontrar, después de la muerte, un lugar de expiación y a pesar del grande rigor de la justicia divina, nos consuela la idea de que en el purgatorio debe haber consolaciones y alegrías.
¿Alegrías? ¿Puede haber en este estado donde almas, inclusive santas, pasan años en un fuego expiatorio – semejante al de la negra prisión del infierno – por pecados veniales alguna alegría auténtica?
San Francisco de Sales es quien nos va decir que las alegrías y las consolaciones que de hecho existen en el purgatorio son un bálsamo suavizante para las almas. En lo que se refiere a este asunto, el Obispo y Doctor de la Iglesia sintetizó algunos puntos respecto a las almas que padecen:
1. Las almas del purgatorio están en una continua unión con Dios y perfectamente sumisas a su voluntad de Él. No pueden dejar esta unión divina y nunca pueden contradecir la divina voluntad, como infelizmente sucede con nosotros, en este mundo;
2. Ellas se purifican con mucho amor y con muy buena voluntad, porque saben que es esta la voluntad de Dios. Sufrir para hacer la voluntad de Dios es una alegría para ellas.
3. Ellas quieren estar de la forma que Dios quiere y cuanto tiempo Él quiera.
4. Ellas son impecables y no pueden experimentar ni el más leve movimiento de impaciencia, ni cometer una imperfección siquiera.
5. Aman a Dios más que a sí mismas y más que todas las cosas y con amor muy puro y desinteresado.
6. Las almas son consoladas por los Ángeles.
7. Ellas están seguras de su salvación y con una seguridad que no puede ser confundida.
8. Las amarguras que experimentan son muy grandes, pero en una paz profunda y perfecta.
9. Si, por lo que padecen, están como en una especie de infierno, cuanto al dolor, es un paraíso de dulzura, cuanto a la caridad, más fuerte que la muerte.
En efecto, hay una esperanza de la salvación segura, no obstante el gran sufrimiento, mayormente en el oscuro y hondo purgatorio. Y a nosotros, hijos e hijas de aquel que no admite pequeñas concesiones y es absolutamente intransigente en relación a los pecados veniales, vale siempre la máxima: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto». O sea: ¡Nuestra santidad debe ser tal, que no se concibe siquiera que esperemos pasar por un largo purgatorio! En nuestras almas no debe haber espacio para semi-fidelidades, semi-virtudes y pequeñas concesiones, sino que deben ser receptáculos de un deseo radical de entrega completa al sufrimiento en esta tierra de exilio y de una ciega confianza en Nuestra Señora, que abatirá todas nuestras miserias si estamos en consonancia con Ella, llevándonos a la convivencia completa y eterna por la cual tanto y tanto deseamos.
Pidamos, pues, esta gracia, por la intercesión de nuestros santos patronos y de las santas almas del purgatorio: ¡rectitud absoluta y santidad llevada hasta las últimas consecuencias!
Por Ana Laura de Oliveira Bueno
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