Ciudad del Vaticano (Miércoles, 25-05-2016, Gaudium Press) Según afirmó el Papa Francisco ayer en su homilía de la Misa de la Casa Santa Marta «caminar en la presencia de Dios de modo irreprensible», quiere decir caminar rumbo a la santidad.
Y esto es un compromiso que necesita de un corazón que sepa esperar con coraje, se coloque en discusión y se abra con simplicidad a la gracia de Dios.
El papa afirmó que no se compra la santidad; ni las mejores fuerzas humanas la pueden ganar: ‘la santidad simple, de todos los cristianos’, ‘la nuestra, la de todos los días’, es un camino que puede ser recorrido solamente si sustentado por cuatro elementos imprescindibles: coraje, esperanza, gracia, conversión.
Coraje
Al comentar el trecho litúrgico Primera Carta de Pedro, Francisco lo definió como un ‘pequeño tratado sobre la santidad’. Ella es un «caminar de modo irreprensible delante de Dios».
Y comentó:
«Este ‘caminar’: la santidad es un camino, la santidad no se compra ni se vende. Ni se puede obsequiar. La santidad es un camino en la presencia de Dios, que yo debo hacer: nadie lo hace en mi nombre. Puedo rezar para que el otro sea santo, pero es él quien debe hacer el camino, no yo. Caminar en la presencia de Dios, de modo irreprensible. Usaré hoy algunas palabras que nos enseñan cómo es la santidad de todo día, la santidad – digamos – anónima. Primero: coraje. El camino rumbo a la santidad requiere coraje».
Esperanza y gracia
Para el Papa, «El Reino de los Cielos de Jesús» es para «aquellos que tienen el coraje de ir adelante» y el coraje es movido por la «esperanza». Y esta es la segunda palabra que lleva a la santidad.
El coraje que espera «en un encuentro con Jesús». Pero, hay además un tercer elemento, cuando Pedro escribe: «colocad toda vuestra esperanza en la gracia»:
«La santidad no podemos hacerla solitos. No, es una gracia. Ser bueno, ser santo, avanzar cada día un paso en la vida cristiana es una gracia de Dios y debemos pedirla.
Coraje, un camino
Un camino que se debe hacer con coraje, con la esperanza y con la disponibilidad de recibir esta gracia. Y la esperanza: la esperanza del camino. Es tan bonito el XI capítulo de la Carta a los Hebreos, lean. Habla del camino de nuestros padres, de los primeros que fueron llamados por Dios. Y cómo ellos fueron adelante. Y de nuestro padre Abraham dice: ‘Él salió sin saber para donde iba’. Pero con esperanza».
Convertirse todos los días
El Papa además prosiguió, basado en la lectura del día: en su carta, Pedro destaca la importancia de un cuarto elemento. Cuando invita a sus interlocutores a no conformarse «a los deseos de una época», los impulsa esencialmente a cambiar a partir de dentro del propio corazón, en un continuo y cotidiano trabajo interior:
«La conversión, todos los días: ‘Ah, Padre, para convertirme debo hacer penitencia, darme unos golpes…’. ‘No, no, no: conversiones pequeñas. Pero si usted es capaz de no hablar mal del otro, está en el buen camino para tornarse santo’. ¡Es tan simple! Yo sé que ustedes nunca hablan mal de los otros, ¿no? Pequeñas cosas… Tengo ganas de criticar al vecino, mi colega de trabajo: morder un poco la lengua. Va a quedar un poco hinchada, pero el espíritu de ustedes será más santo en esta estrada. Nada de grandes mortificaciones: no, es simple. El camino de la santidad es simple. No volver para atrás, sino ir siempre adelante, ¿no? Y con fuerza». (JSG)
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