miércoles, 04 de diciembre de 2024
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Papa a los Diáconos: Servir es asumir el estilo de Dios

Ciudad del Vaticano (Martes, 31-05-2016, Gaudium Press) – Venidos de varias partes del mundo, muchos de ellos acompañados de familiares, millares de Diáconos Permanentes estuvieron en Roma para los tres días dedicados a ellos en el Año Jubilar de la Misericordia.

Con sus vestiduras características, donde sobresalía el emblema del Jubileo, ellos colorearon de blanco la explanada de la Basílica de San Pedro, en el domingo, 29 de mayo.

Ellos estaban allí para la Misa presidida por el Santo Padre que encerraría el «Jubileo de los Diáconos».

Cristo: modelo a imitar

La homilía a ellos dedicada hizo que el Papa Francisco recordase el espíritu de servicio que debe animar el «ser diáconos». Fue la oportunidad para el Papa indicase los pasos principales en esta caminata, alentase en la oración y sugiriese modelos para ellos.

El mayor de todos los modelos indicados fue el propio Nuestro Señor Jesucristo que «se hizo diácono de todos», que se hizo «nuestro siervo».

Quien sirve anuncia a Jesús

Citando la carta de San Pablo a los Gálatas, Francisco les dijo: «Quien anuncia a Jesús es llamado a servir y quien sirve anuncia a Jesús». Con esto, Francisco quiso mostrar que apóstol y servidor son dos términos que no pueden ser separados.

«En otras palabras, si evangelizar es la misión confiada a cada cristiano por el Bautismo, servir es el estilo con el cual vivir esa misión, el único modo de ser discípulos de Jesús. Es su testimonio quien hace como Él: quien sirve a los hermanos y las hermanas, sin cansarse de Cristo humilde, sin cansarse de la vida cristiana que es vida de servicio», dijo el Papa.

Francisco preguntó a los asistentes atentos: ¿Por dónde comenzar, entonces, para tornarse «siervos buenos y fieles»?

Y luego respondió que, antes, es preciso disponibilidad, o sea, no permanecer agarrado al propio tiempo, no ser esclavo de una agenda pre-definida, sino donar la vida, ser dócil de corazón, estar siempre listo para el hermano y abierto a lo imprevisto, que nunca falta, y es muchas veces la sorpresa cotidiana de Dios.

Es necesario abrir las puertas incluso a quien llega fuera de horario, pues el servidor es abierto a las sorpresas cotidianas de Dios, dijo el Papa.

Para el Papa, es triste cuando se ve que una parroquia está abierta de la hora tal a la hora tal y que, más allá de ese horario, no hay padres, diácono, o laico para recibir a las personas…

Dijo él: «Así, queridos diáconos, viviendo en la disponibilidad, vuestro servicio será privado de intereses personales y la evangelización será fecunda».

El Papa recordó después el evangelio del día que habla de servicio. Y él indicó dos ejemplos de humildad para ser seguidos: el siervo del centurión y el propio centurión que dijo no se sintió digno que Jesús se desplazase a su casa.

Manso y humilde de corazón
Mansedumbre, humildad es «el estilo de Dios» que «es manso y humilde de corazón». Y recordó que Dios que es amor, por amor llega incluso a servirnos: es paciente con nosotros, benévolo, siempre listo y bien dispuesto, sufre por nuestros errores y busca la vía para ayudarnos a mejorar, dijo Francisco:

«Estas son las características benignas y humildes del servicio cristiano que es imitar a Dios sirviendo a los otros: acogiéndolos con amor paciente, comprendiéndolos sin cansarse, haciéndoles sentirse acogidos, en casa, en la comunidad eclesial, donde no es grande quien manda, sino quien sirve».

Salud de alma, corazón perdonado

Más allá del apóstol Pablo y del centurión, el Papa habló de un tercer siervo que las lecturas de hoy presentan: aquel que es curado por Jesús.

Más que la enfermedad física, Francisco orientó la reflexión a la salud del corazón, necesaria para «ser hábiles servidores»: «un corazón curado por Dios, que se sienta perdonado y no sea cerrado, ni duro».

Francisco alentó a los diáconos a pedir eso a Jesús: una oración, confiada, en la cual presentar las fatigas, los imprevistos, los cansancios y las esperanzas: «una oración verdadera, que lleve a la vida al Señor y el Señor a la vida»:

«Así, disponibles en la vida, benignos en el corazón y en constante diálogo con Jesús, no tendréis miedo de ser servidores de Cristo, de encontrar y acariciar la carne del Señor en los pobres de hoy». (JSG)

 

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