La Plata (Martes, 31-05-2016, Gaudium Press) «Esta tarde, con las primeras vísperas, comienza la celebración de Corpus Christi, una fiesta típicamente católica, que nos recuerda una verdad central de nuestra fe. Una fiesta central y cordial porque suscita en nosotros muchos recuerdos muy bellos que es la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo», afirmó en programa televisivo Claves para un Mundo Mejor, el sábado 28 de mayo, el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer.
«Es una verdad de la fe -expresó-, en ella afirmamos que creemos que nuestro Señor Jesucristo está verdadera, real y sustancialmente presente en el Santísimo Sacramento del altar, bajo las especies consagradas. Vemos pan pero no es pan sino que es el Cuerpo de Cristo, vemos vino pero no es vino sino que es la Sangre de Cristo. Es lógico que ante este misterio admirable tratemos de vivirlo con alegría del modo que podamos todos participar».
El prelado pasó a comentar la fiesta de la Santísima Trinidad, celebrada el domingo anterior, que asoció a la del Corpus Christi: Se tiene la impresión de que la Santísima Trinidad «para muchos católicos Dios se convierte en una especie de nebulosa lejana y no verdaderamente personal. Nosotros creemos que Dios es uno en esencia y tres en las personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es algo que todo el tiempo lo estamos afirmando. Hacemos la señal de la cruz «a los piques», rezamos el Gloria «a los piques» y a veces no nos damos cuenta de lo que estamos diciendo, cuando estamos enunciando el misterio admirable de Dios».
Explicó que los cristianos recibieron «la revelación de que Dios es así, porque el Padre envió a su Hijo y porque el Hijo, a lo largo de toda su enseñanza y de los milagros que realizó y sobre todo con su Muerte y su Resurrección, dio testimonio de la verdad del Padre. Además nos envió al Espíritu Santo. Podemos decir que hay un movimiento de descenso: el Padre envía al Hijo y el Hijo, cumpliendo la voluntad del Padre y la obra redentora que el Padre le encargó, envía al Espíritu Santo, que es el que anima a la Iglesia y a cada uno de nosotros. Pero hay también un movimiento de ascenso en que el Espíritu Santo, que habita en nuestro corazón, cuando estamos en gracia de Dios, nos une a Jesús, nos hace comprender lo que Jesús enseñó y, entonces sí por medio de Jesús, podemos dirigirnos al Padre ya que nosotros somos hijos de Dios porque participamos de la filiación divina de Jesús. Por eso asocio el misterio de la Santísima Trinidad al hecho de la Encarnación y la Redención, la Pascua». El prelado afirmó que al adorar el Cuerpo y la Sangre de Jesús no se debe olvidar que «él es uno de los miembros de la Santísima Trinidad y por medio de él podemos llamar Padre a Dios porque además por medio de Él tenemos al Espíritu Santo».
Debemos establecer una relación personal con la Trinidad
«Sobre estas ideas -dijo monseñor Aguer- quisiera hacer un comentario de mucha actualidad. Lo que les acabo de decir es Catecismo puro, y equivale a recordar lo que aprendimos de chicos. Ocurre hoy que, en muchos ambientes católicos, existe como una especie de tentación por el oriente no cristiano, tentación por el budismo y por el budismo zen. Hay gente muy elegante, muy ilustrada y demás, que se interesa por el budismo y cree que todo es lo mismo».
«Primero digamos que el budismo no es una religión sino que es una filosofía. En todo caso una moral o una ética, una manera de vivir, pero el budismo no cree en un Dios personal. Nosotros creemos en un Dios tripersonal, uno en esencia y tres en las personas. Por eso Dios no es esa especie de nebulosa que es todo o nada. Dios es lo que es: Padre, Hijo y Espíritu Santo y nosotros podemos entablar una relación personal con las personas divinas».
Con información de Aica
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