viernes, 22 de noviembre de 2024
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Bienaventuranzas: brújula que indica el camino para el Cristiano, dijo Francisco

Ciudad del Vaticano (Martes, 07-06-2016, Gaudium Press) Este lunes 6 de junio, en su homilía durante la Santa Misa rezada en la Capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco invitó a que fuesen seguidas y vividas las bienaventuranzas, tema del evangelio del día.

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Foto: L’0sservatore Romano

Las bienaventuranzas son como brújulas que indican a los hombres el camino de la dirección justa de la vida, dijo el Papa.

Para no perderse en el camino de la fe, dijo el Pontífice, los cristianos tienen un indicador exacto de dirección: las bienaventuranzas.
Ignorar las rutas que ellas trazan significa rodar por tres abismos opuestos a la ley cristiana: la idolatría de las riquezas, la vanidad y el egoísmo.

Indicador de dirección

El Evangelio de Mateo, en el trecho en que Jesús instruye a las multitudes pronunciando el célebre sermón de la montaña, Jesús no cancela la antigua ley, sino que la perfecciona, esta llega «a su plenitud»:

«Esta es la ley nueva, esta que nosotros llamamos ‘las bienaventuranzas’. Es la nueva ley del Señor para nosotros. Son la guía de la ruta, del itinerario, son la brújula de la vida cristiana. En este camino, según las indicaciones de este ‘GPS’, podemos proseguir en nuestra vida cristiana».

Idolatría de las riquezas, vanidad y egoísmo

Francisco comentó las consideraciones que el evangelista Lucas coloca al final de las Bienaventuranzas: ay de ustedes, los ricos, ay de ustedes, que ahora tienen abundancia, ay de ustedes, que ahora ríen, ay de ustedes, si todos los elogian.

El Papa recordó que «las riquezas son buenas, pero lo que hace mal es el apego a las riquezas» que se torna «una idolatría».

«Esto es contrario a la ley. Estos son los tres escalones que llevan a la perdición, así como estas Bienaventuranzas son los escalones que llevan adelante en la vida. Los tres escalones que llevan a la perdición son: el apego a las riquezas, porque yo no preciso de nada.

El segundo escalón es la vanidad: Quiero que todos hablen bien de mí. Si todos hablan bien me siento importante, mucho incienso y yo creo ser justo, no como aquel o como aquel otro. Pensemos en la parábola del fariseo y del publicano: ‘Oh Dios, yo te agradezco, porque no soy como los otros hombres…’. ‘Gracias, Señor, porque soy un buen católico, no como mi vecino o mi vecina’. ¡Todos los días eso sucede!»

El tercer escalón: el orgullo, que cierra el corazón.

El papel de la mansedumbre

De entre todas las Bienaventuranzas, Francisco selecciona una que, afirmó, «no digo ser la clave» de todas, «pero nos hace pensar mucho»: «Bienaventurados los mansos». La mansedumbre:

«Jesús dice de sí mismo: Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón. La mansedumbre es una manera de ser que nos aproxima mucho a Jesús. En sentido diverso, el comportamiento contrario siempre busca las enemistades, las guerras, tantas cosas ruines que suceden.

Pero la mansedumbre, la mansedumbre de corazón que no es necedad. Es otra cosa.

Es la profundidad de entender la grandeza de Dios, es adoración.» (JSG)

 

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