Santiago (Viernes, 10-06-2016, Gaudium Press) En el contexto de la marcha estudiantil que se desarrolló ayer en el centro de la capital chilena, un grupo de encapuchados ingresó al Templo de la Gratitud Nacional y con gran violencia extrajeron una imagen de Cristo Crucificado, la que fue ultrajada y luego destruida por los manifestantes.
Este hecho se ganó el repudio total de la opinión pública, tanto de los ciudadanos como de las autoridades, quienes calificaron la situación de «inaceptable» y anunciaron que tomarán las medidas legales contra los responsables.
Esta mañana, el Arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati, concurrió al templo afectado junto con el Ministro del Interior, Mario Fernández, a fin de observar la totalidad de los daños ocasionados a esta iglesia considerada «patrimonial».
Durante la mañana, el pastor capitalino emitió una declaración pública en la que sostuvo que «estos hechos violentos, que lastimosamente se hacen cada vez más frecuentes, evidencian una crisis de la conciencia nacional».
Transcribimos la Declaración del Arzobispo:
«No quisiera quedarme solo en la forma de los hechos de violencia ocurridos hoy, cuando encapuchados sustrajeron y destruyeron la imagen del Señor desde el templo de la Gratitud Nacional. Este templo me recuerda momentos históricos del país, como por ejemplo, la celebración de la Oración por Chile en 1973. Hoy, este año 2016, desde lo acontecido en este mismo lugar, reafirmo una preocupación profunda. La preocupación por reconstruir el diálogo y la paz en nuestra sociedad actual.
Estos hechos violentos -que lastimosamente se hacen cada vez más frecuentes- evidencian una crisis de la conciencia nacional. Por ello quiero volver a repetir las palabras que en otro tiempo pronunció mi predecesor, el cardenal Raúl Silva Henríquez: «Matemos el odio antes que el odio mate el alma de Chile».
Con humildad y serenidad pido a quienes están realizando estos tipos de actos, que reflexionen sobre la necesidad de que exista respeto entre todos nosotros. Hay muchos ciudadanos cristianos, creyentes en las enseñanzas del Evangelio, que tienen un sentimiento religioso, que viven su fe. Ellos merecen también un espacio en la sociedad.
En segundo lugar, quisiera hacer un llamado amplio, a toda la comunidad nacional, a que nos detengamos y pensemos seriamente: ¿Cuáles son las causas más profundas de este desencanto y de este clima de violencia? Ciertamente hay causas profundas. Tenemos que saber escucharlas y discernirlas. En el Chile de hoy hay serias situaciones de injusticia social, que no deberían existir. Hagamos el esfuerzo de volver a dialogar sobre nuestra vida en comunidad. Me parece que en un espíritu de solidaridad y búsqueda del bien común, esas injusticias podrán ser gradualmente superadas.
Esta invitación es también para el movimiento estudiantil. Estos días he podido escuchar sus demandas. Entiendo profundamente sus aspiraciones, y los animo a no apagarlas. Pero al mismo tiempo, me pregunto si sería posible que estas aspiraciones se concreten cada vez más en acciones de diálogo, que faciliten mayormente un camino de progreso.
Finalmente quisiera hacer un llamado a los padres de familia a preguntarse: ¿Qué visión de familia estamos formando en nuestros hijos? ¿Acaso el individualismo imperante en nuestras relaciones no debería dar paso -desde la formación en el seno familiar- a una mayor valoración de la vida comunitaria y colaborativa, que no solo produzca el bien propio, sino que también y principalmente el de todos, como grupo familiar y por desborde como sociedad? Padres de familia, los animo a que recobren esta gran misión de educar a los hijos poniendo de relieve el significado de la persona humana, que se realiza plenamente en el don de darse a los demás.
Ante la violencia y el delito, las cárceles no son la solución profunda para alcanzar la paz. Insisto, es en el hogar donde los hijos, desde que son pequeños, ven el ejemplo de sus padres: el cariño que se manifiestan, el respeto, la capacidad de resolver los conflictos pacíficamente. Es en el seno de la familia donde construiremos el ideal de una sociedad en paz. Estos pequeños gestos se transformarán un día en grandes gestos de convivencia nacional.
«Matemos el odio antes que el odio mate el alma de Chile». Nuestra alma es pacífica, y tiene vocación de entendimiento más que de enfrentamiento, como nos recordó el papa Juan Pablo II en su visita a Chile, en medio de manifestaciones violentas en el parque O’Higgins. Animo a la comunidad y particularmente a los cristianos a que oremos al Señor pidiendo la paz. También a los hombres y mujeres de buena voluntad a redoblar los esfuerzos para construir una vida cotidiana de bien, en una sociedad más justa, solidaria, respetuosa y pacífica. Todos podemos colaborar».
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