Gyumri (Lunes, 27-06-2016, Gaudium Press) En su segundo día de su viaje apostólico a Armenia, el Papa Francisco celebró la eucaristía en Gyumri, la segunda ciudad del país, y la que tiene la mayor comunidad católica.
Allí, en la Plaza Vartanants, el Pontífice recordó el terremoto que asoló esa región en 1998, y aplicó un texto sagrado a la reconstrucción: » ‘Reconstruirán sobre ruinas antiguas […] renovarán ciudades devastadas’ (Is 61,4). En estos lugares, queridos hermanos y hermanas, podemos decir que se han cumplido las palabras del profeta Isaías que hemos escuchado. Después de la terrible devastación del terremoto, estamos hoy aquí para dar gracias a Dios por todo lo que ha sido reconstruido».
Luego el Papa habló sobre lo que Dios quiere que construyamos en nuestra vida, y para ello propuso tres bases, la «memoria», la fe y la caridad.
«La primera base es la memoria. Una gracia que tenemos que pedir es la de saber recuperar la memoria, la memoria de lo que el Señor ha hecho en nosotros y por nosotros: recordar que, como dice el Evangelio de hoy, él no nos ha olvidado, sino que se «acuerda» (cf. Lc 1,72) de nosotros: nos ha elegido, amado, llamado y perdonado; hay momentos importantes de nuestra historia personal de amor con él que debemos reavivar con la mente y el corazón». Memoria también de la historia del pueblo, de «los santos sabios del pasado».
«La fe es también la esperanza para vuestro futuro, la luz en el camino de la vida, y es la segunda base de la que quisiera hablaros. Existe siempre un peligro que puede ensombrecer la luz de la fe: es la tentación de considerarla como algo del pasado». Entretanto, la fe, que es «fuerza trasformadora», debe nacer y renacer «en el encuentro vivificante con Jesús, en la experiencia de su misericordia que ilumina todas las situaciones de la vida. Es bueno que revivamos todos los días este encuentro vivo con el Señor».
«La tercera base, después de la memoria y de la fe, es el amor misericordioso: la vida del discípulo de Jesús se basa en esta roca, la roca del amor recibido de Dios y ofrecido al prójimo. El rostro de la Iglesia se rejuvenece y se vuelve atractivo viviendo la caridad. El amor concreto es la tarjeta de visita del cristiano: otras formas de presentarse son engañosas e incluso inútiles, porque todos conocerán que somos sus discípulos si nos amamos unos a otros (cf. Jn 13,35)».
El Papa Francisco concluyó sus palabras, declarando que el mundo necesita cristianos «que no se dejen abatir por el cansancio», cristianos caritativos, misericordiosos a ejemplo de San Gregorio de Narek, «palabra y voz de Armenia», quien «supo penetrar en el abismo de miseria que puede anidar en el corazón humano. Sin embargo, él ha puesto siempre en relación las miserias humanas con la misericordia de Dios».
Con información de Radio Vaticano.
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