Redacción (Miércoles, 29-06-2016, Gaudium Press) Su nombre es Victoria de la Cruz García, es religiosa española de la Congregación de las Adoratrices, y muy probablemente sea la misionera más longeva del mundo: el pasado 24 de junio, cuando la Iglesia celebra la festividad del nacimiento de San Juan Bautista, ella cumplió 109 años de vida.
Originaria de Andalucía, fue la segunda de la familia de nueve hijos que conformaron Manuela y Francisco, quien era por entonces profesor del Conservatorio. Su bautismo ocurrió en el Sagrario y, de acuerdo con una de sus sobrinas, Angelita -quien es citada en nota de prensa de la Diócesis e Málaga-, cuando niña era muy trabajadora y lista; por lo que no fue de extrañar su decisión de estudiar para maestra en la Escuela Normal. También dio clases particulares a niños ayudando económicamente a su familia.
Aún muy joven y tras realizar unos ejercicios espirituales, Victoria decide hacerse religiosa ingresando al noviciado de las adoratrices en Guadalajara, pero debido a los acontecimientos ocurridos en España con la Guerra Civil de 1931, un familiar la saca del convento llevándola a Málaga. Fue un tiempo duro para la hermana, pero una vez calmó un poco la tempestad regresó al convento.
Sor Victoria cuando celebró sus 100 años / Foto: Diócesis de Málaga. |
Un acontecimiento importante en su vida ocurrió en 1936 cuando es enviada a Japón como misionera. El viaje fue toda una travesía en barco que tardó dos meses, pero nunca dejó de estar en contacto con su familia, como lo comenta su sobrina: «Desde allí escribía a la familia, pero las cartas tardaban meses en llegar».
Los inicios de su labor misionera en Japón no fueron fáciles, ya que tan sólo tres años después de su llegada a Tokio inició la Segunda Guerra Mundial. Un hecho que la obligó a marchar a las montañas de Karuizawa, situadas al norte de la capital.
«Me acuerdo perfectamente de aquellos momentos difíciles que pasamos durante la guerra, sufrimos entonces muchísimo frío, teníamos poca comida, y pasamos de todo, hasta que acabó la guerra y todos nos marchamos a la ciudad de Yokohama, al sur de la capital», comentó la religiosa hace un año a la agencia AVAN, cuando se dio a conocer su historia.
Sobre este suceso, también contó: «Me acuerdo perfectamente de los momentos difíciles que pasamos durante la guerra, hasta de lo que comíamos: arroz, poco o mucho. Lo que había. Vivimos momentos complicados, pero por misericordia de Dios estoy viva y coleando con mis ciento y pico de años y doy gracias a Dios porque además tengo buena salud».
Gran parte de su labor misionera la ejerció desde una de sus más grandes pasiones: la educación de niños y jóvenes. Por eso en Japón trabajó en diversos colegios, siendo incluso condecorada por el gobierno. También fue superiora en varias de las casas de su comunidad por las que pasó y fundadora de algunas instituciones educativas, como el Colegio de las Adoratrices en la ciudad de Dos Palos, California, donde también fue misionera durante seis años.
Su vida ha girado en torno a la misión, tanto así que sólo hasta 1963 realiza una visita a su familia en Málaga. Sobre este hecho también se refirió su sobrina Angelita: «Aquello fue un acontecimiento en la familia. Su madre lo celebró muchísimo y todos nos alegramos de verla». Estas visitas se hicieron hasta 1981, desde entonces Sor Victoria sólo se comunicaba por medio de cartas hasta hace un año. Hoy lo hace con su sobrina a través del teléfono.
Sor Victoria con su familia cuando la visitó en Málaga en 1963 / Foto: Diócesis de Málaga. |
En la Actualidad la misionera vive en una residencia de religiosas en Kitami, Tokio, donde hay tres comunidades en las cuales las Adoratrices trabajan con jóvenes mujeres en situación de vulnerabilidad.
«Como de todo o casi todo y duermo bien, subo y bajo y procuro no usar el ascensor (…), no tengo ninguna preocupación, ninguna cosa que me moleste o que me haga sufrir, estoy muy bien y doy gracias a Dios y a todos (…) Hasta hace unos años dedicaba mi labor a atender y ayudar a otras personas pero ahora no puedo ya, tengo bastante conmigo misma», comentó Sor Victoria a la agencia AVAN.
Aunque hoy no se dedique a su labor como misionera, sigue siendo muy activa. Se levanta a las 5:30 de la mañana, comparte con sus hermanas de comunidad, ora con mayor intensidad y participa de las celebraciones Eucarísticas. «Tengo la cabeza bastante clara y puedo decir que soy feliz», asegura.
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Con información de la Diócesis de Málaga y AVAN.
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