Buenos Aires (Lunes, 07-09-2009, Gaudium Press) La «Evangelización de la cultura», o la «Inculturación del Evangelio», tal es el tema considerado por Mons. Héctor Aguer, obispo de La Plata, Argentina, en su programa televisivo «Claves para un mundo mejor» del 5 de septiembre pasado. Según Mons. Aguer las dos expresiones son prácticamente sinónimas.
Estos conceptos, de clara actualidad, son, en el parecer del obispo, prácticas de siempre en el apostolado cristiano: «‘Evangelización de la Cultura’ u otro que es recíproco y prácticamente sinónimo que es ‘Inculturación del Evangelio’ se ha convertido en un lenguaje común en el discurso pastoral de nuestros días pero apunta a algo que ha ocurrido siempre. Cuando Jesús envió a sus apóstoles, antes de volver al Padre, les brindó un mandato misionero: ‘vayan y hagan que todos los pueblos sean discípulos míos'».
El mandato de Cristo, que pide que se hagan discípulos en todas las naciones, bien podría traducirse en nuestros días como «vayan e inculturen el Evangelio en todas las naciones. O bien: vayan y evangelicen, cristianicen todas las culturas».
Mons. Aguer en su programa tornó presente el pensamiento de Juan Pablo II, que sostenía que la Fe no arraiga plenamente en un pueblo si no se hace cultura, «es decir sino impregna los criterios de juicio, los valores determinantes, las líneas de pensamiento, los modelos de vida de un pueblo.» «La cultura es, en el fondo, el estilo de vida de un pueblo determinado», afirmó el prelado.
Tras constatar que una tradición cristiana en la Argentina viene siendo contestada «por la presencia de ideas, de modelos de conducta, de ideologías contrarias a esta tradición cultural originaria, y contrarios a la Palabra de Dios, al Evangelio, a la predicación cristiana», el obispo de La Plata actualiza lo que sería hacer discípulos en todas las naciones en el contexto del mundo de hoy: «La evangelización de la cultura, en este momento, supone no solo un acercamiento, una empatía para conocer cuál es el terreno en el cual nos estamos moviendo sino también un discernimiento crítico. Esto es que sepamos detectar donde están los desvalores que afectan a ese sustrato cultural para irlos purificando y para ir transformando desde dentro esa cultura vívida de tal manera que ella sea plenamente humana y que responda a los valores fundamentales que recibimos de la revelación de Cristo».
De por sí «la presencia del cristianismo en el mundo, la presencia de los cristianos que son portadores de la luz y la gracia del Evangelio, tiende a impregnar la vida concreta de una población, a hacerse cultura». Entretanto, en un mundo donde elementos culturales cristianos conviven con otros que se le oponen radicalmente, es necesario que «cada miembro de la Iglesia se reconozca a sí mismo como discípulo misionero de Jesucristo», en el espíritu esbozado por la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, realizada en Aparecida.
¿»Cómo se transforma, como se cristianiza esta cultura a la cual vemos tantas veces con indiferencia, con hostilidad, respecto de los valores cristianos y que, por tanto, está también en trance de una progresiva deshumanización»?, se pregunta Mons. Aguer. «Sólo por la presencia testimonial y coherente de cristianos que vivan de un modo auténtico su fe. Es decir que sean verdaderos discípulos y misioneros de Jesucristo. ¿Para qué? Para que Cristo sea reconocido como el salvador del mundo y el Señor de la historia y para que nuestros pueblos, los pueblos de América Latina, tengan vida plena en Él».
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