viernes, 22 de noviembre de 2024
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Predicador Pontificio en el Paraguay: "Que la Palabra se encuentre con la vida"

Asunción (Martes, 08-09-2009, Gaudium Press) El conocido predicador de la Casa pontificia, P. Raniero Cantalamesa estuvo algunos días en Paraguay y, en diálogo con la periodista Susana Oviedo (UH), resaltó la importancia de unir la vida con la Palabra del Señor. El P. Cantalamessa tiene un programa de televisión en la RAI, sitios en la web y en la Curia Romana ofrece la meditación ante el Papa, cardenales y obispos en Cuaresma y Adviento. En el país, el franciscano dirigió un retiro espiritual para los obispos y se reunió con religiosos y laicos.

¿Cuál es el papel del predicador apostólico?

Es un oficio otorgado provisionalmente a un franciscano y consiste en dar una meditación al Papa, los cardenales, obispos y empleados de la Curia Romana, cada viernes en Adviento y Cuaresma. Yo estoy haciendo esto desde 1980. Empecé con Juan Pablo II y todavía sigo siendo predicador de la Casa Pontificia. El Papa nunca falta, está siempre presente en el acto litúrgico.

¿Qué requisitos toman en cuenta para elegir al predicador de la Casa Pontificia?

Eso no lo sé. El superior general de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos presenta tres nombres al Papa y Su Santidad elige uno. Básicamente tiene que ser un sacerdote que haya estudiado teología, que tenga una preparación doctrinal y, sobre todo, espiritual, porque la predicación no es una lección académica. Es un anuncio, es profundizar la espiritualidad.

Cuando prepara sus reflexiones, además de inspirarse en la Biblia y en los documentos de la Iglesia, ¿considera los hechos que suceden en el mundo?

Ciertamente, porque Jesús hacía lo mismo. Tenía en cuenta lo que pasaba alrededor de él. De la vida simple de los campesinos o lo que sucedía entre los reyes. Muchas parábolas se han tomado de ahí. Yo me esfuerzo por hacer que la Palabra se encuentre con la vida. Por eso trato de ver cuáles son las preocupaciones más fuertes y las gracias que la Iglesia está viviendo en determinado tiempo. Por ejemplo, este año es el Año Sacerdotal, entonces, en Adviento próximo hablaré de este tema.

¿Hizo lo mismo para el retiro que acaba de realizar con los obispos del Paraguay?

Sí, claro. Antes de venir, he visto la película La Misión. Algo interesante para conocer la historia de la Iglesia del Paraguay. Además, me informé de los problemas del país, que, aunque algunos son específicos, en general son los mismos de América Latina.

En países donde los sacerdotes son pocos y están sobrepasados en su tarea pastoral, no disponen de tiempo para cultivar el espíritu. ¿Puede transmitirse bien el mensaje en estas condiciones?

Ese es un desafío. Tal vez es la preocupación que empujó a Benedicto XVI a proclamar al 2009 como el Año Sacerdotal, precisamente para ayudar a los sacerdotes en su vida espiritual. Ayudar a redescubrir su identidad profunda, su relación con el Señor. Todo brota de ahí, si no hay una relación profunda, personal, con Jesús, lo que se anuncia a los demás puede ser una ideología, no una experiencia vivida. En estos retiros que estoy predicando, también previmos encontrarnos con los sacerdotes y religiosos del Paraguay. Estas ocasiones tienen precisamente el objetivo de ayudar al clero a no dejarse «comer» completamente por la actividad.

Hay católicos que dejaron de participar en misa, porque alegan que las homilías les resultan inconsistentes, aburridas. En este sentido, ¿qué recomendaría a los pastores?

Es una preocupación grande de la Iglesia mejorar la predicación. Sobre todo, la de la liturgia de la misa. Es el único momento cuando la mayoría se pone en contacto con la palabra de Dios. Se tiene que reconocer que la predicación no es siempre a medida de la expectativa de la gente. La gente conoce hoy cómo es el lenguaje de la televisión y la publicidad -breve, directo- y hace una comparación.

El lenguaje clerical es, a veces, muy abstracto, muy doctrinal. Lo que hacemos es ayudar a los sacerdotes a tomar en serio la predicación. A prepararse y, sobre todo, a vivir. Porque la predicación cristiana no es transmisión de doctrina, es una transmisión de vida. Si uno verdaderamente tiene el amor de Jesús en su corazón, le transmite a la gente.

 

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