viernes, 22 de noviembre de 2024
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Cuatro formas sencillas en las que los laicos pueden practicar la virtud del silencio

Redacción (Viernes, 15-07-2016, Gaudium Press) El silencio es uno de los elementos de la vida espiritual – y natural – más escasos en la actualidad de muchas personas. Desde la proliferación del ruido en las ciudades y los hogares hasta las innumerables distracciones de la vida cotidiana, parece que los seres humanos estuviéramos en una guerra declarada contra el silencio. Sin embargo, la plataforma web para hombres The Catholic Gentleman dedicó un artículo a recordar su importancia en la vida espiritual y varias formas sencillas en las cuales los laicos pueden practicar el control de los impulsos de comunicación.

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Santo Domingo de Guzmán representado en señal de seliencio para recordar a los religiosos el cumplimiento de la Regla. Foto: Mystics of the Church.

El mundo contra el silencio

El silencio «es una palabra a la vez atractiva y terrorífica», afirmó la plataforma. Si bien algunas personas lo buscan, lo cierto es que la mayoría lo encuentran incómodo. Además de la extrañeza externa de permanecer callados en un lugar sin ruido, la causa de la inquietud ante el silencio puede estar dentro. «Cuando nos confrontamos con la verdadera quietud, comenzamos a oír la avalancha enloquecida y caótica de los pensamientos que llenan nuestras mentes. Las ansiedades, los deseos profundos, las preguntas dolorosas parecen ascender burbujeando en la superficie de nuestra conciencia», describió.

La respuesta ordinaria es llenar el vacío de ruido con la radio, la televisión y otros recursos a los cuales no prestamos siquiera atención, sino que se convierten en un «ruido de fondo» que busca devolvernos la comodidad. Y los momentos intermedios son la oportunidad apresurada de revisar los dispositivos móviles. «Cualquier cosa menos el silencio», concluyó.

El silencio y la fe

Sin embargo, la vida espiritual requiere silencio, y esta es una opinión consistente de los Santos. «El silencio es necesario, incluso absolutamente indispensable», afirmaba San Maximiliano María Kolbe, citado por The Catholic Gentleman. «Si falta el silencio falta la gracia». Por su parte San Doroteo de Gaza recomendaba «guardarse contra el hablar mucho, porque pone en fuga los pensamientos devotos y el recogimiento en Dios». El silencio es uno de los elementos fundamentales de la vida consagrada, resguardado con celo en numerosas reglas de las congregaciones, algunas de las cuales, como los Cistercienses, llevan su práctica a la excelencia.

«Es importante entender que el silencio, como todas las herramientas de la vida espiritual, no es un fin en sí mismo», recordó la plataforma. «Es un medio, un método para conocer a Jesucristo. El silencio es necesario porque nuestro intelecto está herido y fracturado por la Caída». El pecado original, al alterar la condición del hombre perdió la comunicación natural y fácil con Dios y su conciencia permanente de Su presencia. En su nuevo estado, «es ahora una tormenta caótica de pensamientos, sentimientos y emociones», y poder darse cuenta de esta realidad es un primer paso necesario para avanzar.

En medio del ruido constante de la vida, «el silencio es necesario para escuchar las inspiraciones del Espíritu Santo y para recibir y preservar la gracia», recordó The Catholic Gentleman. «Dios no grita. Él habla suave y calladamente», como lo atestigua la Sagrada Escritura, y ordinariamente se requiere silencio y quietud de corazón para atender su llamado. El silencio contribuye también a dominar el afán de comunicar y a ser prudentes para no perder la gracia de Dios y los dones espirituales recibidos.

Consejos para practicar el silencio

En la vida de los laicos, buscar el silencio tiene grandes desafíos. Al no existir un entorno aislado, un ambiente religioso en las calles, en las oficinas y en las numerosas obligaciones personales y familiares, el silencio puede convertirse en apenas un deseo lejano. Algunas sugerencias prácticas pueden ayudar a devolver un poco de silencio a la vida en medio del mundo y cultivar la prudencia en el uso de las palabras.

Un primer consejo para los laicos es el de «abstenerse de las conversaciones frívolas», las cuales son ocasión frecuente de errores e imprudencias. «Esto es, no hablar sólo por hablar». Un ejemplo actual de esta tendencia es propuesto en las redes sociales, donde frecuentemente las personas publican numerosas actualizaciones irrelevantes, que parecen reflejar simplemente la necesidad de atención. «Si usted está tentado a involucrarse en esta clase de conversaciones, no lo haga. Hable sólo cuando tenga algo valioso que decir», propuso.

Una segunda recomendación es «controlar nuestras lenguas cuando deseamos quejarnos». El artículo describió las quejas como «el opuesto a la gratitud» y un impulso en el cual es muy fácil caer, que difícilmente contribuye realmente para mejorar la situación. Una tercera sugerencia es «refrenarnos de compartir nuestra opinión en todos los temas imaginables», ya que con frecuencia buscamos aparecer en todas las conversaciones, con conocimiento o sin él. Incluso las realidades más complejas atraen nuestra atención, «pero la verdad es que muchos de nosotros no entendemos esos eventos muy bien (como los sucesos políticos o las crisis económicas) y el mundo no necesita más opiniones».

«Finalmente, podemos mantener nuestro silencio cuando deseamos criticar a otros», recomendó la plataforma. Si bien es muy fácil notar los errores de los demás y es más fácil aún comentarlos – aún cuando no se sabe si son ciertos -, esta tendencia es altamente dañina.. «mantener el silencio cuando sentimos la urgencia de criticar es difícil, pero también es algo que da vida». Las palabras tienen eco en la eternidad, recordó el artículo, que concluyó reiterando su invitación a vivir el silencio según nuestro estado de vida y controlar nuestras palabras para dar espacio a la voz de Dios en nuestro interior.

Con información de The Catholic Gentleman.

 

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