París (Miércoles, 27-07-2016, Gaudium Press) Tras su terrible asesinato, verdadero martirio según la aclamación popular, el mundo va conociendo con agrado los datos biográficos del P. Jacques Hamel, el sacerdote degollado por extremistas islámicos en una iglesia al norte de Francia.
El sacerdote tenía 86 años, no 84 como inicialmente se dijo, y no era el párroco, sino el padre auxiliar de la parroquia. Es claro, su edad no le permitía ejercer las funciones de párroco, pero con admiración el mundo va conociendo a aquel que dijo que nunca se quería jubilar: «¿Alguna vez has visto un cura retirado? Seguiré trabajando hasta mi último aliento».
El padre nació en 1930, en Darnétal, en Seine-Maritime, un departamento en la Normandía Francesa, cerca de donde ejercía su ministerio. Había sido ordenado en 1958 y había festejado sus bodas de oro en el 2008.
En la pequeña ciudad de Saint-Étienne-du-Rouvray hay dos parroquias, una de ellas la iglesia de Saint-Étienne, de la cual es párroco el P. Auguste Moanda-Phuatiz: «Era un sacerdote corajudo para su edad. Los sacerdotes tienen el derecho al retiro desde los 75 años, él ha preferido continuar a trabajar en servicio de las personas pues él se sentía aún fuerte», dice el P. Auguste entre sollozos. No hay muchos padres, decía el P. Jacques, y por ello sus labores eran requeridas.
«Muy apreciado, era un hombre bueno, simple y sin extravagancia. Hemos aprovechado mucho de su experiencia y de su sabiduría en la parroquia de Saint-Etienne. Él estuvo al servicio de las personas prácticamente toda su vida», continua el padre Auguste, de origen congoleño.
«Estamos en la misma decanatura. Nos encontrábamos a menudo, casi cada semana, para almorzar. Era alguien reservado, de una gran discreción y de una gran atención. Cuando él llegaba a nuestros encuentros entre parroquias del sur de Ruan, era siempre un rayo de sol en nuestras reuniones», dice el P. Aimé-Rémi Mputu Amba, sacerdote decano de Sotteville-lès-Rouen.
«Yo trabajaré hasta mi último aliento»
«A pesar de su avanzada edad, él estaba siempre empeñado en la vida de la parroquia. A menudo se le decía, bromeando, ‘Jacques, tú estás haciendo tal vez demasiado, sería tiempo que tomaras tu retiro’. A lo que él respondía, riendo, ‘¿ya has visto un cura retirado? Yo trabajaré hasta mi último aliento’. Para él, partir en el momento en el que celebraba la misa, es una forma de consagración, a pesar de las circunstancias dramáticas».
El siguiente es un trecho de un texto de su autoría, en la carta parroquia de junio de este año, sobre las vacaciones:
«[Las vacaciones] son un tiempo de fortalecimiento: algunos tomarán ciertos días para un retiro o una peregrinación. Otros releerán el Evangelio, solos o con otros, como una palabra que permite vivir el día de hoy. Otros podrán fortalecerse en el gran libro de la creación admirando los paisajes tan diferentes y de tal manera magníficos que nos elevan y nos hablan de Dios…»
Todos los que lo conocieron hablan de su sencillez, de alguien al que le tenían cariño, verdadero afecto, de su vida austera, caluroso, viviendo modestamente, pronto a servir. No era más que un sacerdote, un sacerdote cumplidor de su misión hasta el final, hasta la eternidad.
Con información de Le Figaro
Gaudium Press / S.C.
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