Redacción (Lunes, 01-08-2016, Gaudium Press) Se cuenta, en las crónicas de la Orden de los Menores, que, cierta vez, Nuestro Señor apareció a San Francisco de Asís, pidiéndole tres ofrendas. A lo que el santo respondió: «No tengo nada para ofrecer, porque ya me entregué todo a Vos, y todo lo que me pertenece os pertenece. Lo único que tengo es esta túnica y esta cuerda, que también son vuestras».
Nuestro Señor insistió, diciéndole que colocase la mano en el pecho y sacase de ahí una ofrenda. San Francisco obedeció, y sacó de su pecho una moneda de oro tan brillante como nunca viera antes. La entregó a Nuestro Señor, que le ordenó repetir el gesto, y, por segunda vez, el Santo encontró una moneda. Faltaba apenas la tercera ofrenda. Nuestro Señor mandó al monje hacer lo mismo por tercera vez y, así, se completaron las tres ofrendas pedidas.
Nuestro Señor entonces le explicó que las tres monedas simbolizaban la dorada obediencia, la preciosa pobreza y la hermosa castidad. San Francisco entonces declaró que en nada le remordía la consciencia por el hecho de guardar tales monedas en el pecho…
En el día de nuestro Juicio, cuando seamos cobrados por Dios, ¿podremos decir como este gran Santo que todo lo que tenemos guardado con nosotros en nada nos remuerde la consciencia?
Por la Hna. Patricia Rivas, EP
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