Ciudad del Vaticano (Viernes, 05-08-2016, Gaudium Press) Con ocasión de los 800 años de la Fiesta del Perdón de Asís, el Santo Padre se dedicó en este jueves 4 a rezar en Porciúncula, lugar que pasó a tener un gran significado en la vida de San Francisco.
«La vía maestra para alcanzar el tal lugar en el Paraíso es, sin duda, la estrada del perdón. Y aquí, en la Porciúncula, todo habla de perdón», dijo el Papa.
Antes de hacer su pronunciamiento, el Pontífice se detuvo largamente en oración silenciosa dentro de la Porciúncula. En el lugar, colocó flores en el pequeño altar luego al llegar.
Paraíso, arrepentimiento y perdón
Al reflexionar sobre las tres líneas maestras, Paraíso, arrepentimiento y perdón, el Papa recordó las palabras del Santo de Asís pronunciadas allí mismo, delante de los obispos y el pueblo. En seguida, hizo una indagación: «¿qué podría el Pobrecito de Asís pedir de más bello que el don de la salvación, la vida eterna con Dios y la alegría sin fin, que Jesús nos conquistó con su muerte y resurrección?», pregunta el Papa. Es más, ¿qué es el paraíso sino el misterio de amor que nos liga para siempre a Dios en una contemplación sin fin?».
Según Francisco, «desde siempre la Iglesia profesa esta Fe al afirmar que cree en la comunión de los santos. En la vivencia de la fe, nunca estamos solos; nos hacen compañía los Santos, los Beatos y también nuestros queridos que vivieron con simplicidad y alegría la Fe y la testimoniaron en su vida. Hay un vínculo invisible – pero no por eso menos real – que, en virtud del único Bautismo recibido, hace de nosotros ‘un solo cuerpo’ animados por ‘un solo Espíritu'», recordó.
En seguida, explicó que al pedir al Papa Honorio III el don de la indulgencia para cuantos viniesen a la Porciúncula, tal vez San Francisco tuviese en mente las palabras de Jesús a sus discípulos, escritas en el Evangelio de San Juan: «En la casa de mi Padre hay muchas moradas. Si así no fuese, ¿cómo habría dicho Yo que voy a prepararos un lugar?».
«La vía maestra a seguir para alcanzar el tal lugar en el Paraíso es, sin duda, la estrada del perdón. Y aquí, en la Porciúncula, todo habla de perdón. ¡Qué gran regalo nos dio el Señor al enseñarnos a perdonar, para tocar casi sensiblemente la misericordia del Padre!».
«¿Por qué deberíamos perdonar a una persona que nos hizo mal?», pregunta el Papa. «Porque antes fuimos perdonados nosotros mismos – responde – e infinitamente más».
«Dios no se cansa de ofrecernos su perdón»
Sobre el perdón, el Papa observó que, «en realidad, sabemos bien que estamos llenos de defectos y muchas veces recaemos en los mismos pecados. Y Dios no se cansa de ofrecernos su perdón, siempre que lo pedimos a Él».
«El perdón de Dios no tiene límites; sobrepasa toda nuestra imaginación y alcanza toda y cualquier persona que, en lo íntimo del corazón, reconozca haber errado y quiera volver a Él. Dios ve el corazón que pide para ser perdonado», completó.
Conforme el Pontífice, «cuando estamos en deuda con los otros, pretendemos misericordia; pero, cuando son los otros en deuda con nosotros, invocamos justicia. Esta no es la reacción del discípulo de Cristo, no puede ser este el estilo de vida de los cristianos. Jesús nos enseña a perdonar, y a hacerlo sin límites: ‘No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete'».
«La estrada del perdón puede, verdaderamente, renovar la Iglesia y el mundo»
Por último, aclaró que el perdón de que San Francisco se hizo canal en la Porciúncula «continua aún ‘generando paraíso’ después de ocho siglos».
«En este Año Santo de la Misericordia, se torna todavía más evidente como la estrada del perdón puede, verdaderamente, renovar la Iglesia y el mundo. Ofrecer el testimonio de la misericordia, en el mundo actual, es una tarea que ninguno de nosotros puede substraerse», comentó.
El Papa Francisco aprovechó también para alertar sobre la necesidad del mundo por el perdón, pues «demasiadas personas viven cerradas en el rencor e incuban odio, porque son incapaces de perdón, arruinando la vida propia y la de los otros, en vez de encontrar la alegría de la serenidad y la paz. Pidamos a San Francisco que interceda por nosotros, para que nunca renunciemos a ser señales humildes de perdón e instrumentos de misericordia».
Después de la visita a la Basílica Santa María de los Ángeles y la oración en la Porciúncula, el Santo Padre saludó a los frailes internados en la Enfermería del Convento, y después, del atrio de la Basílica, saludó a los fieles presentes en la Plaza. (LMI)
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