San Pablo (Jueves, 10-09-2009, Gaudium Press) El arzobispo de San Pablo, cardenal Mons. Odilo Pedro Scherer, recomendó ayer en artículo publicado por la arquidiócesis de San Pablo que los fieles y religiosos hagan frecuentes lecturas de la Palabra de Dios. «Deseo hacer una reflexión sobre la lectura frecuente de la Santa Escritura, aconsejada a todos los cristianos». Mons. Odilo también recordó la preocupación de la 12º Asamblea del Sínodo de Obispos – el año pasado – en estimular la lectura de la Biblia.
Para el purpurado, es necesario, antes que nada «valorar la Palabra de Dios en todas las celebraciones litúrgicas, de modo especial, en la Misa. Toda liturgia está impregnada de la Palabra de Dios, que nos es proporcionada a través de las lecturas bíblicas, de las antífonas y salmos, de la homilía litúrgica y de muchas expresiones que impregnan, con abundancia, todos los textos de las celebraciones de la Iglesia. La liturgia es el lugar privilegiado del anuncio y la acogida de la Palabra de Dios».
La invocación al Espírito Santo, según el cardenal, debe siempre ser hecha antes de la lectura de la Palabra – en las celebraciones o fuera de ellas – a fin de conseguir del propio Dios la revelación del sentido de las Escrituras.
«Es importante también leer la Biblia en privado, en la familia o en grupos; muy recomendados son los círculos bíblicos, ya bien conocidos entre nosotros. Es bien educativo que los padres lean la Biblia en familia y expliquen con simplicidad a los hijos y nietos pequeños los principales momentos de la historia de Dios con su pueblo, sobretodo en el Nuevo Testamento», explica Mons. Scherer.
Una de las maneras más simples seria la adopción de la lectura orante de la Biblia (lectio divina) ‘un método simple y accesible a todos, hasta para las personas más sencillas’, dice el cardenal, que explica que el método, de la propuesta de un ‘contexto de oración’, establece el diálogo de fe, ‘en el cual escuchamos a Dios que nos habla’.
Mons. Odilo reafirma además que ese tipo de lectura no es difícil, según su propia experiencia. «Es solo comenzar; se aprende practicando. La preciosidad de la Palabra de Dios, y su importancia para la vida cristiana bien valen algún esfuerzo de nuestra parte».
Lea el texto íntegro
Lectura orante de la Palabra de Dios
El mes de setiembre es dedicado, de manera especial, a la Biblia, el libro de la Palabra de Dios. Deseo, pues, hacer una reflexión sobre la lectura frecuente de la S. Escritura, aconsejada a todos los cristianos; en ella vamos a beber «la eminente ciencia de Cristo»; decía S. Jerónimo: «desconocer las Escrituras, es desconocer a Cristo».
La 12ª. Asamblea del Sínodo de Obispos, realizada en octubre del 2008, quiso dar un nuevo impulso a la lectura, al estudio y al amor a la Palabra de Dios; eso ayudará a renovar la vida de la Iglesia, en la medida en que ésta se vuelva con verdadera hambre y sed a su propia fuente, nutriéndose de pan vivo y de las aguas puras de la Palabra de Dios. ¿Cómo hacer eso en la práctica?
Las posibilidades son muchas. Antes que nada, es necesario valorar la Palabra de Dios en todas las celebraciones litúrgicas, de modo especial, en la Misa. Toda liturgia está impregnada de la Palabra de Dios, que nos es proporcionada a través de las lecturas bíblicas, de las antífonas y salmos, de la homilía litúrgica y de muchas expresiones que impregnan, con abundancia, todos los textos de las celebraciones de la Iglesia. La liturgia es el lugar privilegiado del anuncio y de la acogida de la Palabra de Dios.
Antes de la lectura de la Palabra en las celebraciones, y también fuera de ellas, debemos invocar siempre al Espírito Santo, para que Él nos revele el sentido de las Escrituras: «Él os enseñará toda la verdad» (Jn 16,13). Al mismo tiempo, nuestra actitud debería ser la del discípulo, que se sienta a los pies del Maestro y, con atención e interés, no pierde ninguna palabra oída, como hizo el niño Samuel: «habla, Señor, que tu siervo escucha» (1 Sm 3,9); o, como María, hermana de Marta y Lázaro: «María escogió la mejor parte» (Lc 10,42).
Claro que es importante también leer la Biblia en privado, en la familia o en grupos; muy recomendados son los círculos bíblicos, ya bien conocidos entre nosotros. Es bien educativo que los padres lean la Biblia en familia y expliquen con simplicidad a los hijos y nietos pequeños los principales momentos de la historia de Dios con su pueblo, sobretodo en el Nuevo Testamento.
El Sínodo de Obispos constató, con alegría, como en el mundo entero también va siendo adoptada y popularizada la lectura orante de la Biblia (lectio divina). Es un método simple y accesible a todos, hasta para las personas más simples. Como dice su nombre, este método propone la lectura y la acogida de la Palabra de Dios en un contexto de oración, como es recomendado, justamente, por la Iglesia; solo así, de hecho, se establece el diálogo de la fe, en el cual escuchamos a Dios que nos habla, a Él le respondemos con la oración y con Dios procuramos sintonizar a nuestra vida.
Recomiendo, pues, que el ejercicio de la lectura orante de la Biblia, en grupos o individualmente, sea adoptado siempre más en nuestra Arquidiócesis. Los pasos previstos en este método son los siguientes: a) Lectura (lectio) de un trecho de la Biblia, previamente escogido; en este primer momento, procuramos comprender el texto, como él se presenta, sin la pretensión de ir quitando mensajes y conclusiones; b) Meditación (meditatio) sobre el texto, respondiendo a esta pregunta: ¿Qué me dice Dios, o qué nos dice a nosotros, a través de ese texto? Ahora, sí, procuramos escuchar a Dios hablarnos y acogemos su voz; c) Oración (oratio). En este tercer paso, respondemos a la pregunta: ¿Qué el texto me hace decir a Dios? Recordemos siempre que la buena lectura bíblica tiene lugar sólo en el diálogo de la fe: Dios habla, nosotros escuchamos y acogemos, y también respondemos a Dios y le hablamos. El texto puede suscitar varios tipos de oración: alabanza, la profesión de la fe, la acción de gracias, la adoración, el pedido de perdón y de ayuda; d) Contemplación (contemplatio) Es el 4° paso de la lectura orante de la Biblia; en este momento, «permanecemos en la palabra» y profundizamos la comprensión del misterio de Dios y de su designio de amor y salvación; al mismo tiempo, nos disponemos a acoger en nuestra vida concreta aquello que la Palabra nos enseña, renovando nuestros buenos propósitos y la obediencia de la fe.
¿Será difícil hacer eso? La experiencia dice que no. Es solo comenzar; se aprende practicando. La preciosidad de la Palabra de Dios, y su importancia para la vida cristiana bien valen algún esfuerzo de nuestra parte. «Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica!» (Lc 11,28).
Cardenal Mons. Odilo Pedro Scherer – Arzobispo de San Pablo
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