Redacción (Viernes, 19-08-2016, Gaudium Press) Patria viene de patriarcado. Hubo un tiempo en que las patrias fueron fundadas por patriarcas de una gran personalidad. Hombres de porte bíblico y legendario que se multiplicaron por toda la tierra y dejaron su impronta varonil y serena en todas partes: lejano oriente, India, Palestina, Europa y América. De patriarca derivó el ‘Pater’ familia, el ‘Patrón’ y el ‘Patrocinio’ de grandes exploraciones y emprendimientos. Siempre a la cabeza de todo esto figuró un nombre arquetípico completo con apellidos y antepasados, con una historia personal llena de altibajos, victorias, derrotas, caídas y levantadas, y una prole que guardó su nombre y su leyenda. Eso fue lo que hizo la sociedad humana hasta nuestros días y no se podrá negar que fue esa fuerza vital de aquellos hombres la que inyectó el progreso espiritual y material a las naciones que nacieron de regiones que alguien definió como el ámbito de influencia de toda una familia, a la cabeza de la cual siempre estaba un padre.
Jefes de familias, tribus y clanes, prototipos de razas y de pueblos que mantienen todavía -pese a la globalización de hoy, algo de aquellas personalidades que las fundaron, las sustentaron y les trazaron un camino. Seres humanos de carne y hueso que se convirtieron en el punto de referencia de otros muchos y no solamente de su propia descendencia.ç
Sagrado Corazón, en la Catedral de Santiago de Compostela |
Acabados los patriarcas, acabadas las patrias y las naciones, se instaura la aldea global. ¿Quiénes son hoy día los arquetipos? A falta de ellos una gran industria artificial y costosa se constituyó a comienzos de los años veinte en una misteriosa colina de California para fabricarlos en serie y grandes cantidades, complaciendo gustos (no muy santos en su mayoría) deformando horriblemente las personalidades del pasado y del presente, abriendo bocas infernales para un futuro sombrío entre la ficción y la fantasía monstruosa, personajes novelescos, virtuales, desfasados de la realidad, hombres-bestias sin Dios ni ley, sin principios morales ni capacidad de amar al prójimo como Cristo enseñó. Arquetipos para nuevas generaciones esclavizadas al ‘whatsapp’, al cable, al 3D, con los oídos taponados y los ojos clavados en el teléfono móvil personal que todos los días vemos en los vehículos de transporte público, las cafeterías, los campus de las universidades y por las calles, sumidos en su mundo sin ver nada de la realidad en su entorno inmediato. Esclavos del siglo XXI programados para trabajar como robots, comer como animales, drogarse y dormir soñando falsas expectativas consigo mismo que al final los lleva a la frustración, el desespero y el suicidio. ¿Quiénes sobrevivirán a esta masacre?
Necesario es reconocer que de todos los pueblos de la antigüedad sobrevive todavía hoy uno cuyos arquetipos atravesaron la historia y se mantienen presentes entre nosotros: Abraham, Isaac, Jacob, Elías, etc. que perviven en la Cristiandad y fueron la prefigura del arquetipo de los arquetipos, el Hombre-Dios resucitado y vivo cuya presencia real se mantiene en la Eucaristía y en la memoria de las lecturas diarias de nuestras misas. Ni el paso del tiempo, ni las deformaciones de la fábrica artificial de arquetipos y modelos humanos que se montó en una colina de California y sus alrededores, conseguirá borrar ni desfigurarlo. Y mientras sea el arquetipo -aunque lo sea de algunos pocos, todavía habrá esperanza de libertad en el mundo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por Mí». (Jn 14,6).
Por Antonio Borda
Deje su Comentario