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Valencia (Lunes, 05-09-2016, Gaudium Press) El Cardenal Antonio Cañizares, Arzobispo de Valencia, España, escribió el pasado 28 de agosto, su Carta a la Diócesis al comenzar el curso pastoral 2016-2017, un balance del apostolado y desafíos de la Iglesia local. El purpurado recordó los hechos notables del curso pastoral pasado, como la delegación de 2000 jóvenes a la JMJ y la masiva participación en los actos de reparación a la Madre de Dios de los Desamparados, y renovó su compromiso ante la «persecución implacable e injusta» que padece la Iglesia por parte del secularismo radical.
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| Cardenal Antonio Cañizares, Arzobispo de Valencia, España. Foto: Gaudium Press. |
El Arzobispo recordó su nombramiento como prelado en Valencia el 28 de agosto de 2014, por el cual dio gracias a Dios, implorando «que me conceda su Espíritu Santo que venga en auxilio de mi fragilidad para no defraudar ni a Dios ni a esta Iglesia peregrina». El Cardenal destacó las numerosas manifestaciones de fe del último año, en especial las peregrinaciones del Año Jubilar del Santo Cáliz de la Misericordia. «¡Cómo habéis expresado vuestra fe, vuestra confianza grande en Dios, vuestra alegría, vuestro sentido eclesial y vuestro amor a la Iglesia!», celebró el purpurado; «sin duda, ¡el Señor ha hecho obras grandes y, aunque no seamos capaces de verlos aún, los frutos han debido ser muy abundantes!».
Persecuciones y calumnias
El Cardenal incluyó en su balance los desafíos del secularismo radical: «Ha sido un año de ratos amargos, entre otras cosas, por la que vuestro pastor -y la Iglesia diocesana misma- ha sufrido una persecución implacable e injusta que todos tenéis en vuestra mente», denunció, «llegando incluso a gestos sacrílegos contra nuestra Madre, la Santísima Virgen María». Como respuesta a estos hechos, el Card. Cañizares señaló el «testimonio de amor inquebrantable a la Iglesia, a la Santísima María, siempre Virgen, Madre de misericordia» de los actos de desagravio a la Madre de Dios de los Desamparados. «Será por mucho tiempo inolvidable lo que aconteció aquella tarde en la Plaza de la Virgen, de Valencia, ante la imagen de la Mare de Déu dels Desamparats, y, a continuación, en la Eucaristía celebrada en la Catedral, con gente que no pudo entrar en el templo madre de nuestra diócesis, y con más de cuatro mil quinientas comuniones recibidas en aquella Misa», recordó.
«Ante las persecuciones y calumnias, manifestasteis maravillosamente vuestro afecto y vuestra comunión con vuestro Obispo, que es lo mismo que con la Iglesia diocesana, con una fe grande y pública, con vuestra oración, con vuestra adhesión», expresó el Cardenal. «¡Gracias! ¡Qué Diócesis nos ha dado Dios! ¡Gracias de todo corazón!». El Arzobispo anticipó que el curso pastoral no estará exento de dificultades y renovó su confianza en la ayuda de Dios para superar las adversidades. «Nada tememos, porque Él, nuestro único pastor, va con nosotros, delante de nosotros, y Él, además, no se baja de la Cruz ni de su frágil barca, la Iglesia, que navega sin temor y sin ningún miedo en medio de corrientes adversas e incluso en medio de tempestades».
El Cardenal dedicó la segunda parte de su Carta al testimonio de Santa Teresa de Calcuta, de quien afirmó: «Esta religiosa, consagrada al Señor -no lo olvidemos, consagrada al Señor, enteramente de Él y para Él, ante todo-, con una vida de alta e intensa oración y contemplación, es testigo viviente de Jesucristo, Hijo de Dios humanado, el Buen samaritano que no pasa de largo, sino que se acerca a todo hombre maltrecho, tirado en la cuneta y despojado, para curarle y cargarlo sobre su propia cabalgadura y conducirlo donde hay calor y cobijo de hogar».
Con información de Religión en Libertad.
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