lunes, 25 de noviembre de 2024
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Una sola valió

Redacción (Lunes, 05-09-2016, Gaudium Press) En un pequeño pueblo, había una modesta señora que vivía a cierta distancia de la iglesia. Resolvió, un día, hacer una promesa de asistir a un gran número de Misas durante un año a fin de alcanzar una gracia que hace tiempo deseaba.

Comenzó a pagar la promesa. Apenas tocaba la campana para el Santo Sacrificio, interrumpía inmediatamente sus quehaceres y se dirigía con toda prontitud a la iglesia. Para tener la seguridad de que estaba cumpliendo con perfección su promesa, a cada Misa que asistía, colocaba un papelito dentro de una caja y la cerraba con todo cuidado.

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Pasado un año, no tenía la menor duda de haber cumplido plenamente lo que prometiera y haber alcanzado muchos méritos. Para garantizar que Dios le atendería, abrió la caja en la cual había colocado los papeles de las Misas a las cuales asistiera durante el año. ¡Cuál no fue su sorpresa cuando encontró solo un papel, de los muchos que había depositado!

Desolada, fue a buscar un virtuoso sacerdote y le expuso su caso. Este, dotado de mucha sabiduría, le preguntó cuál era la disposición de alma con que asistía a la Misa. Ella, con toda veracidad, respondió que en el camino para la iglesia iba pensando en lo que tenía que hacer y en los trabajos domésticos. Y, peor aún, durante la celebración eucarística se quedaba pensando en bagatelas y otras cosas, menos en el valor de aquel sublime acto que estaba pasando.

El sacerdote, con mucha bondad, dijo a la pobre señora que ciertamente su Ángel de la Guarda había sacado los papeles y dejado solamente uno, pues solo a una Misa ella había asistido con devoción…

Nosotros, que tenemos la gracia de poder asistir diariamente al Santo Sacrificio, ¿cuál es el valor que le damos? Será que verdaderamente asistimos a muchas Misas o, «solo una» nos valdrá…

Por Marcela Rodrigues

 

 

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