Redacción (Miércoles, 07-09-23016, Gaudium Press) «El mar, desde temprano [en su vida], arrebató la admiración de Plinio, como comentaría años más tarde: ‘La ensenada se me figuraba como una gran bahía y pensaba ser aquel el mayor océano del mundo. De manera que la grandeza de todos los mares estaba, para mí, representada allí, como si fuese la faja de tierra más parecida con el Paraíso. Era la mitificación propia de un alma que buscaba en todo la inocencia’ «: De esta manera Mons. João Clá, EP, relata los primeros recuerdos de Plinio Corrêa de Oliveira con el mar. (1) Se trataba de las bellas playas de la ciudad de San Vicente, localidad limítrofe con Santos, ésta la ciudad costera brasileña más cercana a la gran megalópolis brasileña de San Pablo. San Vicente, una población que en los primordios del S. XX era de una calma muy agradable, propia a la sublime contemplación.
«En la playa, él [Dr. Plinio niño] observaba con curiosidad los huequitos que se forman en la arena cuando el agua golpea y después se retira. Ponía entonces su dedito en el hueco y sacaba de dentro unas conchas que llevaba para su casa. Lo nacarado o rojizo propio a las conchitas, unas cerradas y otras ya abiertas, lo dejaba extasiado, y él quedaba acariciando aquel ‘esmalte’ liso en cuanto imaginaba como sería lindísimo un cielo constituido de materiales magníficos como ese, o superiores. Después, mirando hacia el cielo, juzgaba que el azul era un manto creado por Dios para separar los hombres de la vida que existía más allá del manto’. Él sabía que no podría llegar hasta allá. Pero soñaba con la hipótesis de una escalera que lo llevase de modo que pudiese hacer un hueco ¡y ver la maravilla que había detrás!» (2)
Dr. Plinio dejaba volar su inocencia en sus primeras contemplaciones de ese ser magnífico llamado el mar. Y nuevamente vemos en este relato de Mons. João Clá ese movimiento natural-sobrenatural habido en su alma inocente de subir desde la admiración de las bellas realidades hasta la consideración de mundos aún superiores a los mundos reales, mundos que se hayan ya presentes en la Mente divina donde habitan los posibles maravillosos de Dios. Hemos también recordado que ese movimiento le ofrecía una felicidad gigantesca. Y que los recuerdos de esas contemplaciones, tanto de los bellos mundos reales como de los mundos maravillosos posibles que él construía en su espíritu, constituyó una fortaleza interior que le servía de bastión para incluso enfrentar las mayores adversidades de la vida.
También eran comunes en el Dr. Plinio las correlaciones entre las diversas realidades creadas.
«Yo juzgaba (…) que todo cuanto había en la tierra se reflejaba en colores simbolizantes que existían, un tanto a la fantasía, un tanto a la realidad, en una esfera altísima, medio celeste que era la contrapartida de la tierra». (3) Por ejemplo, la idea de justicia se le podría figurar al Dr. Plinio como una espléndida nube en un magnífico cielo azul. «Quien era justo tenía dentro de sí un alma con los coloridos y las sublimidades de aquella nube». (4) Nube, cielo, azul, blanco, él correlacionaba todos esos seres con la justicia, con actos justos, con seres humanos en que habitase la justicia. Y así por delante.
«Es propio al espíritu contemplativo hacer una conjugación entre los hechos comunes y las realidades simbólicas. En efecto, Dios creó todos los seres para relacionarse entre sí, siendo tal la cohesión existente en el orden del universo que es posible proyectar cosas, acontecimientos, estados de espíritu, virtudes o vicios en ciertos aspectos de la creación, como, por ejemplo, en las luces o colores que hay en este mundo», explica Mons. João Clá al analizar este «sentido de las reversibilidades» en el Dr. Plinio.
Pero, insiste Mons. João Clá, no era solo una relación simbólica la que el Dr. Plinio establecía entre las diversas realidades de este universo: «Al amor que Dr. Plinio tenía por el orden del universo se ligaba ese don de reversibilidad, por el cual el veía la interpenetración de todas las criaturas y volaba para un mundo hipotético todo hecho de colores, «medio celeste», dirá él». (5) La magnífica transesfera, que explicaba el Dr. Plinio.
La transesfera, un tipo de «reino encantado», al que todos estamos convocados.
Por Saúl Castiblanco
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1 Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. O Dom de Sabedoria na Mente, Vida e Obra de Plinio Corrêa de Oliveira. Vol I – Inocência, o Início da Sabedoria. Libreria Editrice Vaticana – Instituto Lumen Sapientiae. São Paulo. 2016. p. 63.
2 Ibídem. pp. 63-64
3 Ibídem. p. 66
4 Ídem.
5 Ibídem. p. 67
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