Ciudad del Vaticano (Lunes, 12-09-2016, Gaudium Press) En el Ángelus dominical, ante miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco comentó el capítulo 15 de Evangelio de San Lucas, considerado por muchos el «capítulo de la misericordia». Este capítiulo contiene tres parábolas: «En la primera parábola Dios es presentado como un pastor que deja las noventa y nueve ovejas para ir a la búsqueda de aquella perdida. En la segunda, es comparado con una mujer que perdió una moneda y la busca hasta que la encuentra. En la tercera parábola Dios es imaginado como un padre que acoge al hijo que se había alejado; la figura del padre desvela el corazón de Dios, de Dios misericordioso manifestado en Jesús», expresó el Papa.
«Un elemento común de estas parábolas es aquel expresado por los verbos que significan alegrarse juntos, festejar. No se habla de estar de luto. Se goza, se festeja. El pastor llama a amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido’ (v.6); la mujer llama a las amigas y a las vecinas diciendo: ‘Alégrense conmigo, porque encontré la moneda que se me había perdido’ (v. 9); el padre dice al otro hijo: ‘Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado» (v.32)». Es la alegría de un Dios que busca la salvación del hombre.
«¿Alguna vez han pensado que cada vez que nos acercamos al confesionario, hay alegría y fiesta en el cielo? ¿Han pensado esto? ¡Es hermoso!», se alegró a su vez el Pontífice.
«Esto nos infunde gran esperanza porque no hay pecado en el que hayamos caído del cual, con la gracia de Dios, no podemos renacer; no hay una persona irrecuperable: ¡nadie es irrecuperable! Porque Dios no deja jamás de querer nuestro bien, ¡aun cuando pecamos!»
«La Virgen María, Refugio de los pecadores, haga nacer en nuestros corazones la confianza que se encendió en el corazón del hijo pródigo: ‘Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: – Padre, pequé contra el Cielo y contra ti’ (v. 18). Por este camino, podemos dar alegría a Dios, y su alegría puede volverse su fiesta y la nuestra», concluyó el Papa.
Con información de Radio Vaticano
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