Washington (Lunes, 12-09-2016, Gaudium Press) «¿Quién fue la primera víctima oficial del 9/11», preguntó Mons. Stephen Rossetti, sacerdote y psicólogo. «El Padre Mychal Judge», contestó, refiriéndose al sacerdote que falleció en la Torre Norte del World Trade Center el 11 de septiembre de 2001. Esta información, además de ser un dato poco conocido expresa los riesgos y la disponibilidad de los miembros de la Iglesia a servir a los fieles en circunstancias extremas que podrían repetirse a causa del terrorismo o fenómenos naturales.
Los miembros de la Iglesia deben prepararse para acompañar a las víctimas en el largo proceso de recuperación tras una tragedia. Foto: Franciscan University of Steubenville |
«Nosotros mismos también somos los primeros en responder», indicó Mons. Rosetti en su seminario web, llevado a cabo a finales de agosto. «Seguramente la gente necesita a los bomberos y de seguro necesita la policía. Pero nosotros llevamos nuestra fe y nuestra compasión y nuestro cuidado y nuestra comunidad para ayudar a las personas».
El sacerdote indicó a los asistentes que además de la preparación espiritual y la preparación propia de los ministros ordenados, los miembros de la Iglesia deben formarse de manera especial sobre cómo llevar a cabo el apostolado en circunstancias de emergencia. «Creo que necesitamos un plan. No sólo un plan físico, sino también un tipo de plan emocional sobre cómo vamos a manejar esto emocionalmente», comentó.
Riesgos reales
En Estados Unidos se desarrollaron varios programas sobre la atención religiosa en medio de desastres tras la tragedia del 11 de septiembre y las inundaciones producidas por el Huracán Katrina en 2005. Sin embargo el experto Peter Gudaitis, del New York Disaster Interfaith Service, afirma que la mayoría de líderes religiosos aún no tiene una preparación especial para afrontar estas situaciones.
De igual manera, Jamie Aten, fundadora del Instituto de Desastres Humanitarios del Wheaton College de Illinois, alertó a The Catholic Register que si bien las comunidades de fe son conscientes de los peligros y la posibilidad de los desastres, «pocas hacen algo por adelantado para realmente prepararse para los desastres». La experta recomendó que las organizaciones religiosas conozcan los planes locales de emergencia y los funcionarios encargados, además de realizar una evaluación de los riesgos y las vulnerabilidades para desarrollar un plan de acción.
Los cálculos realizados en Arlington, Virginia, establecieron que sólo dos de cada 40 templos han realizado prácticas de evacuación en caso de un ataque por parte de una persona armada. Si bien las evacuaciones significan una molestia para las comunidades, el conocimiento que los fieles pueden tener podría salvar numerosas vidas en una emergencia. Pero por encima de las preparaciones materiales, los miembros de la Iglesia deben estar preparados para ayudar en el largo camino de recuperación tras una tragedia.
«Las respuestas simples usualmente no ayudan», indicó Mons. Rossetti en su seminario. «Lo que ellos necesitan es alguien con quien caminar en el proceso. Se fe está siendo cuestionada, su fe está siendo desafiada. Ellos se mueven a través de este proceso de duelo espiritual… ayúdenlos a atravesarlo. Caminen con ellos. Díganles: está bien, yo estoy aquí para usted. Oremos. Digámosle al Señor cómo nos sentimos».
Con información de The Catholic Register.
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