Ciudad del Vaticano (Viernes, 23-09-2016, Gaudium Press) Ayer, en la homilía que hace todas las mañanas durante la Misa en la Capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco comentó el Evangelio de la fecha, cuando la liturgia trae aquel trecho en que es presentado el rey Herodes inquieto porque, después de matar a Juan Batista, se siente ahora amenazado por Jesús.
Foto: L’Osservatore Romano |
Inquietud buena e inquietud mala
El Papa dijo que en nuestra alma existe la posibilidad de sentir dos inquietudes: una buena, provocada por el Espíritu Santo para realizar buenas acciones, y otra mala, que nace de la consciencia sucia.
Herodes estaba preocupado con su padre, Herodes, el Grande, después de la visita de los Reyes Magos. Los dos resuelven sus inquietudes matando, pasando sobre «el cadáver de las personas»:
Esa gente que provocó tanto mal, que hizo mal y tiene la consciencia sucia y no puede vivir en paz, porque vive en un prurito continuo, en una urticaria que no los deja en paz…
Esa gente practicó el mal, pero el mal tiene siempre la misma raíz: la avidez, la vanidad y el orgullo.
Y esa trilogía no deja la consciencia en paz; los tres no dejan que la inquietud saludable del Espíritu Santo entre, sino llevan a vivir así: inquietos, con miedo.
«Avidez, vanidad y orgullo son la raíz de todos los males», definió Francisco.
Osteoporosis del alma
El Papa habló también de la primera Lectura del día, extraída del Libro de Eclesiastés y donde el asunto es la vanidad:
«La vanidad que nos llena. La vanidad que no tiene vida larga, porque es como una burbuja de jabón.
La vanidad que no nos da una ganancia real. ¿Cuál ganancia tiene el hombre por toda la fatiga con la cual él se preocupa? Él está ansioso para aparecer, para fingir, por la apariencia. Esta es la vanidad.
Si queremos decir simplemente: «La vanidad es maquillar la propia vida. ¿Y eso deja el alma enferma, porque si alguien falsifica la propia vida para aparecer, para hacer de cuenta, y todas las cosas que hace son para fingir, por vanidad, pero al final qué gana?
La vanidad es como una osteoporosis del alma: los huesos del lado de afuera parecen buenos, pero por dentro están todos estragados.
La vanidad nos lleva al fraude».
Engaño, victoria falsa, no verdadera: es la vanidad
Para vencer, «los tramposos marcan las cartas» y, después, «esa victoria es falsa, no es verdadera. Esta es la vanidad: vivir para fingir, vivir para hacer de cuenta, vivir para aparecer. Y eso inquieta el alma».
San Bernardo, recuerda Francisco, dijo una palabra fuerte a los vanidosos:
«Piense en aquello que usted va ser. Usted será comida para los vermes. Y todo ese maquillar la vida es una mentira, porque los vermes van a comerlo y usted no será nada». ¿Pero dónde está el poder de la vanidad? Llevado por el orgullo en dirección al mal, no permite un error, no permite que se vea un error, cubrir todo, todo debe ser cubierto»:
La vanidad es eso: se parece con rostro de pequeña imagen y, después, su verdad es otra.
¿Y dónde está nuestra fuerza y seguridad, nuestro refugio?
Leemos en el Salmo: ‘Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación». ¿Por qué? Y antes del Evangelio recordamos las palabras de Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida».
Esta es la verdad, no el maquillaje de la vanidad.
Que el Señor nos libre de estas tres raíces de todo los males: la avidez, la vanidad y el orgullo. Pero sobre todo de la vanidad, que nos hace tanto mal». (JSG)
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