Ciudad del Vaticano (Miércoles, 28-09-2016, Gaudium Press) – Durante la Misa que celebró ayer en la Capilla de la Casa Santa Marta el Papa Francisco hizo una pregunta:
¿Qué sucede en nuestro corazón cuando somos tomados por una ‘desolación espiritual’?
Esa pregunta está relacionada con el personaje Job que aparece en las lecturas de la liturgia del día y Francisco aprovechó también para resaltar la importancia del silencio y la oración para vencer los momentos más sombríos.
También la Misa de ayer tuvo una intención especial: 27 de septiembre es el día de San Vicente de Paúl y el Papa quiso colocar en las intenciones de la misa a las Hermanas Vicentinas, Hijas de la Caridad, que prestan su servicio en la Casa Santa Marta.
Grande desolación espiritual
En la homilía el Santo Padre hizo sus comentarios a partir de la lectura que presenta a Job despojado de todos sus bienes, inclusive sus hijos:
«Job estaba con problemas: había perdido todo». «Job se siente perdido, pero no maldice al Señor».
Job vive una grande ‘desolación espiritual’ y se desahoga con Dios. Es el descargo de ‘un hijo delante de su padre’ y el Papa comenta:
«La desolación espiritual es una cosa que ocurre con todos nosotros: puede ser más fuerte o más débil… pero es una condición del alma oscura, sin esperanza, desconfiada, sin ganas de vivir, que no ve la luz al final del túnel, que tiene agitación en el corazón y las ideas…
La desolación espiritual nos hace sentir como si nuestra alma fuese ‘aplastada’: cuando no consigue, no quiere vivir: ‘¡La muerte es mejor!’ se descarga Job. Mejor morir que vivir así’. Y nosotros debemos entender cuándo nuestro espíritu está en este estado de tristeza general, cuando quedamos casi sin respiro.
Ocurre con todos nosotros, y tenemos que comprender lo que pasa en nuestro corazón».
¿Qué hacer en los momentos oscuros?
Esta «es la pregunta que debemos ponernos», dice Francisco:
‘Qué se debe hacer cuando vivimos estos momentos oscuros, por una tragedia familiar, por una enfermedad, por alguna cosa que me lleva ‘para abajo’. Algunos piensan en tragar un comprimido para dormir y tomar distancia de los hechos, o beber ‘dos, tres, cuatro’ traguitos’… «Esto no ayuda. La liturgia de hoy nos muestra cómo lidiar con la desolación espiritual, cuando estamos tibios, para abajo, sin esperanza».
Rezar con insistencia
Es preciso rezar – dijo el Papa – rezar con fuerza, como dijo Job: gritar día y noche hasta que Dios escuche:
«¡Es una oración de golpear la puerta, pero con fuerza!» Señor, yo estoy lleno de desventuras. Mi vida está al borde del infierno. Estoy entre aquellos que descienden a la fosa, soy como un hombre sin fuerzas’.
Cuántas veces nosotros sentimos así, sin fuerzas… Y esta es la oración. El Señor mismo nos enseña cómo rezar en estos momentos difíciles. ‘Señor, me lanzaste a la fosa más profunda. Pesa sobre mí tu cólera. Llegue a ti mi oración’.
Esta es la oración: así debemos rezar en los peores momentos, en los momentos más oscuros, más desolados, más aplastados, que nos aplastan realmente. Esto es a rezar con autenticidad. Y también descargarse como se descargó Job con los hijos. Como un hijo».
Silencio, oración y presencia
El Libro de Job, en seguida, habla del silencio de los amigos. Delante de una persona que sufre, dijo el Papa, «las palabras pueden herir». Lo que cuenta es estar cerca, hacer sentir la proximidad, «pero no hacer discursos». Es por eso que silencio, oración y presencia, realmente ayudan a aquellos que sufren.
Continuó el Santo Padre: «Cuando una persona sufre, cuando una persona se encuentra en la desolación espiritual, usted tiene que hablar lo mínimo posible y usted tiene que ayudar con el silencio, la proximidad, las caricias, con su oración delante del Padre»:
«En primer lugar, reconocer en nosotros los momentos de desolación espiritual, cuando estamos en lo oscuro, sin esperanza, y preguntarnos ¿por qué?
En segundo lugar, rezar al Señor, como en la liturgia de hoy, con este Salmo 87 que nos enseña a rezar, en el momento de oscuridad. ‘Llegue a ti mi oración, Señor’.
Y en tercer lugar, cuando me aproximo a una persona que sufre, sea por enfermedades, sea por cualquier sufrimiento, pero que está en la desolación completa, silencio; pero silencio con tanto amor, proximidad, ternura. Y no hacer discursos que, después, no ayudan y, también, le hace mal».
Recemos al Señor
Para concluir, el Papa recomendó:
«Recemos al Señor para que nos conceda esas tres gracias: la gracia de reconocer la desolación espiritual, la gracia de rezar cuando estemos sometidos a este estado de desolación espiritual, y también la gracia de saber acoger a las personas que pasan por momentos difíciles de tristeza y desolación espiritual». (JSG)
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