Redacción (Miércoles, 05-10-2016, Gaudium Press) Hubo un varón que, favorecido por gracias especiales, se mostró firme como «una ciudad fortificada, una columna de hierro, un muro de bronce para enfrentar el país entero: los reyes de Judá y sus jefes, los sacerdotes y el pueblo del país» (Jr 1,18).
Habría nacido sin pecado original
Se llamaba Jeremías, habiendo nacido en Anatot, ciudad localizada a cinco kilómetros de Jerusalén, aproximadamente en 650 a. C. Todavía en el claustro materno fue consagrado y hecho profeta por Dios (cf. Jr 1, 5). Según «la sentencia común de los Doctores, apoyada en este pasaje, Jeremías habría sido purificado de la mancha original desde el seno de su madre, como el Precursor» (1), San Juan Bautista. A los quince años de edad comenzó a profetizar. (2)
Representación Profeta Jeremías Catedral de Pamplona, España |
Y, por orden de Dios, se mantuvo en el celibato.
Al inicio de su ministerio profético – que duró casi medio siglo: 41 años en Judá y probablemente cuatro en Egipto (3) -, el Señor le dijo:
«Yo te coloco contra naciones y reinos, para arrancar y para derrumbar, devastar y destruir, para construir y para plantar» (Jr 1, 10).
Llamado al «profetismo para destruir y edificar», Jeremías prevé la destrucción de Jerusalén, el destierro, pero incita también al pueblo al arrepentimiento. Y señala en el horizonte una salida espléndida para la restauración religiosa, con la conversión de los desterrados y el regreso de ellos a Judea. Profetiza también la destrucción de los grandes imperios y los reinos vecinos (cf. Jr cap. 46 a 51). (4)
En sus escritos denuncia los pecados del pueblo y, sobre todo, de los sacerdotes, los falsos profetas y las autoridades de Judá. «Los guías, ya sea espirituales, ya sea temporales del pueblo, nada habían hecho para retener a sus hermanos; ellos se habían incluso lanzado más allá que los otros en el mal.» (5) Y también siembra palabras para que tengan otra mentalidad, esto es, se vuelvan al verdadero Dios.
Prefigura del Varón de dolores
Jeremías describe la Persona del Mesías, descendiente de David que «reinará de verdad y con sabiduría» (Jr 23, 5); y prevé la matanza de los inocentes, luego después del nacimiento del Redentor: «¡Un clamor se oye en Ramá, de lamento, de lloro, de amargura, es Raquel que llora a sus hijos y se niega a ser consolada, porque ellos ya no existen!» (Jr 31, 15). Esa profecía es citada por San Mateo (cf. 2, 17-18).
Debido a las denuncias que el Profeta hizo de los pecados cometidos en Judá, él fue muy odiado y perseguido atrozmente por su propio pueblo. Dios lo advirtiera:
«Harán guerra contra ti, pero no te vencerán, porque estoy contigo» (Jr 1, 18-19). Fue traicionado por sus propios hermanos de sangre, que lo «calumniaron por la espalda» (Jr 12, 6).
Afirma Monseñor João Clá:
«El profeta es incomprendido porque alerta al pueblo de sus desvíos y le indica un camino contrario a las pasiones humanas; el camino de la moral, el derecho y la rectitud, la vía, en fin, de la santidad. Él, por tanto, es un hombre que va contra la corriente y enfrenta a la opinión pública. Entretanto, por esa persecución él recibe los méritos que, por su gran amor, Dios le reserva. Y de ahí su grandeza, incluso en la apariencia de desastre.» (6)
De tal modo él sufrió que pudo representarse a sí mismo como «un manso cordero llevado al matadero» (Jr 11, 19). Él no solo predicaba la buena doctrina, sino que la vivía de tal modo que fue la «prefigura más perfecta del Hombre de los dolores» (7), Nuestro Señor. Y muchos judíos del tiempo de Jesús creían que Él era Jeremías resucitado (cf. Mt 16, 14).
El sacerdote Fassur manda azotar al Profeta
Entre otras tremendas denuncias, Jeremías increpaba a los falsos profetas: «Practican adulterio, viven en la mentira, apoyan el actuar de gente criminal, de modo que nadie más se aleje de la perversidad. Para mí, son iguales a Sodoma, sus ciudadanos, iguales a Gomorra» (Jr 23, 14). Y algunos de esos falsos profetas eran sacerdotes.
Determinado día, Jeremías se colocó en la entrada del Templo y proclamó que vendrían desgracias sobre Jerusalén y todos los pueblos de Judá, porque no escucharon sus advertencias (cf. Jr 19, 14-15).
Entonces, un impío sacerdote llamado Fassur, administrador-jefe del Templo, mandó que Jeremías fuese azotado, encarcelado en una prisión existente en el interior de la Casa de Dios, y allí permaneciese amarrado en un tronco. Al día siguiente, Fassur fue hasta el lugar para soltar al Profeta, pero este, inspirado por Dios, lo increpó con vehemencia:
– Tu nombre no será más Fassur, y sí «Terror alrededor». Voy a transformarte en una cosa terrible para ti mismo y para todos tus amigos. Judá será conquistada por el Rey de Babilonia. Tú y los que mueran en tu casa serán llevados como cautivos a Babilonia, donde morirás así como tus amigos, para los cuales profetizabas mentiras. (cf. Jr 20, 1-6).
«Es probable que [Fassur] haya sido conducido al exilio con el Rey Jeconías (cf. Jr 29, 2)» 8 , en 599 a. C.
Es necesario hacer apostolado, compenetrados de que «los sufrimientos precisan confluir en el apóstol, y él debe recibirlos, abrazarlos como Nuestro Señor abrazó su Cruz o como, por ejemplo, el Profeta Jeremías abrazó todo el inmenso sufrimiento que él soportó para, de hecho, realizar los designios de la Providencia sobre él.» (9)
Por Paulo Francisco Martos
(in Noções de História Sagrada – 86)
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1 – FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée – La Prophétie de Jérémie. 3. ed. Paris: Letouzey et aîné.1923, p.522 .
2 – Cf. SÃO JOÃO BOSCO. História Sagrada. 10 ed. São Paulo: Salesiana, 1949, p.150.
3 – Cf. ASENSIO, Félix, SJ. In LA SAGRADA ESCRITURA – Texto y comentário por professores de la Compañia de Jesús. Madrid : BAC. 1970. v. V, p.409.
4 – Cf. ASENSIO, op. cit., p. 419-420.
5 – FILLION, op. cit., p. 524-525.
6 – CLÁ DIAS, João Scognamiglio, EP. O dom de sabedoria na mente, vida e obra de Plinio Corrêa de Oliveira. Cidade do Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapintiae. 2016, v. III, p.178.
7 – FILLION, op. cit. p. 518.
8 – FILLION, op. cit. p. 601.
9 – CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. As cruzes bem aceitas diminuem as penas do Purgatório. In Revista Dr. Plinio, São Paulo, n. 216, março 2016, p. 27.
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