Redacción (Viernes, 14-10-2016, Gaudium Press) En la noche del 11 al 12 de abril de 1997 un terrible incendio afectó la Catedral de Turín. Era la tercera vez que algo así ocurría en la iglesia insigne de la ciudad italiana que por siglos ha custodiado el lino con el que se cree se envolvió el cuerpo de Jesucristo tras su crucificción (un primer incendio había ocurrido antes del 1200, otro en el año 1532). Era eminente: la Sábana Santa estaba en peligro.
En esta escena ocurrió un verdadero milagro en manos del bombero Mario Trematore, quien junto a su equipo y sin pensarlo dos veces, arriesgó su vida por salvar del fatídico incendio una de las reliquias más significativas para la cristiandad.
Santo Sudario/ Foto: Sonia Trujillo-Gaudium Press. |
«En la vida, el cristiano tiene como obligación principal dar testimonio de su fe y reconocer en Jesucristo su salvación, la presencia que transforma la precaria existencia humana en la historia (…) Su mano providente nos acompaña siempre. Y fue esa mano que me movió a enfrentar las llamas que amenazaban la más preciosa reliquia del mundo cristiano. De hecho, aquella afanosa noche pasada en la catedral, al luchar contra las llamas para salvar la Sábana Santa, la fuerza que me obligaba a cumplir aquella misión emanaba de una voz interior, que seguramente provenía de lo alto», comentó el bombero en una entrevista realizada por el medio de comunicación italiano Catolicismo.
Trematore se lanzó muy valientemente hacia las llamas y con un gran palo de hierro golpeó el vidrio a prueba de balas que estaba protegiendo el Sudario hasta romperlo y recuperar la reliquia. Fue providencial, porque pocos minutos después la cúpula entera de la capilla donde se hallaba el Sudario se desmoronó por completo.
«En ese apuro, cuando todo parecía perdido y la fuerza del fuego volvía impotente todo recurso humano, esperé hasta el fin, y el pensamiento se transformó en acción. Por una parte, surgió inesperadamente el miedo a morir, y por un breve tiempo vinieron a la memoria las personas más queridas y los más bellos recuerdos: la dulzura de mi mujer Rita, la sonrisa de mi hijo Lacopo, la gracia de mi hija Chiara», comentó el bombero al medio de comunicación italiano.
Luego, agregó: «pensaba también en aquella Sábana y el deber de salvarla. Jesucristo la había dejado para la humanidad como un signo extraordinario del misterio del Verbo encarnado y de Dios que asumió toda la condición humana. Prueba convincente de un significado: del amor que responde al amor, y no de dolor y lo que cuesta. Un testimonio visible de su resurrección y del infinito amor de Dios por el hombre».
Momento en que Trematore rompe el cristal. |
Mirando hacia atrás, cuando ya ha pasado más de una década del acontecimiento, Trematore aún se maravilla de la forma como Dios opera. «La manera que Dios acoge sus instrumentos es siempre sorprendente e insondable. Dios quiere tener la necesidad de nuestros brazos y nuestras manos para cumplir su obra. Me quedo pasmado por cómo Él ha querido tener la necesidad de mis brazos y mis manos para salvar la Sábana Santa», dice.
Al revivir esos momentos tan dramáticos, asegura estar convencido «de que el hombre, al reconocer el amor de Dios, se lanza sobre Él con una sensibilidad que nace de la conciencia de un deber: que la gran evidencia de aquel Rostro no se pierde por la fragilidad de quien cree, sino que permanece como señal de esperanza para todos».
Trematore era un conocido sindicalista de izquierda, pero algo ocurrió con él aquella noche del incendio y tras el impulso interior que sintió de rescatar la Sábana Santa. «El encuentro con Nuestro Señor Jesucristo, a través del rescate de la Sábana Santa, fue una experiencia extraordinaria y me permitió entrar en una relación íntima con Él. Se trata de una relación humanamente difícil, imperiosa, a veces dolorosa, pues es capaz de poner en discusión muchas certezas», comentó.
Con información de Aleteia y ACI.
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