Bogotá (Lunes, 14-11-2016, Gaudium Press) El 13 de Noviembre de 1985 Colombia enfrentó el desastre natural más grande de su historia, cuando el Nevado del Ruiz hizo erupción y arrasó con la población de Armero. Cerca de 25 mil personas perdieron la vida en esta tragedia. Armero, localizada a 48 Km del Nevado Del Ruiz y a 169 Km de Bogotá, una de las poblaciones más grandes del Departamento del Tolima.
EL 6 de Julio de 1986 el Santo Papa Juan Pablo II estuvo en el Departamento del Tolima orando de rodillas por todas las víctimas de la tragedia, y donde estaba ubicado el templo exclamó algunas palabras:
Señor Presidente de la Republica, queridos hermanos en el episcopado, autoridades departamentales, Junta Directiva del Resurgir, amadísimos hermanos y hermanas:
La catástrofe que el volcán provocó, sobre todo en Armero y Chinchiná, conmovió profundamente mi corazón. A medida que me iban llegando las noticias de la tragedia, tantos muertos, tantas familias destrozadas, tantos hombres y mujeres desamparadas, tantos niños huérfanos, junto con mi ferviente plegaria al Señor nacía en mi espíritu el deseo de visitar los lugares en los que se hallan sepultadas miles de víctimas. Por la misericordia de Dios, aquel deseo se ha cumplido y me encuentro hoy aquí entre vosotros como Padre y Pastor que peregrina al mundo del sufrimiento. Aquí estoy junto con la Iglesia en Colombia y unido a toda la nación solidaria.
El Santo Padre quiso dejar en los sobrevivientes y en el País un corazón lleno de esperanza, con la proclamación del evangelio dentro del misterio del sufrimiento, dando ánimo e invitando a la paz. Llegó con sus condolencias a todos pidiéndoles volver el rostro al Señor Crucificado, que ha resucitado y que es fuente de consuelo y de gozo pascual.
Mencionó la solidaridad de todos los que ayudaron al país en tan difícil situación mostrando esto como un signo de amor e invitando también a que unidos todos los colombianos cimentaran bases para un nuevo comienzo, sólidas y pensadas no solo en el desarrollo urbanístico sino también en el desarrollo integral de las personas confiando siempre en la providencia divina.
En su despedida bendijo a todas las familias que sufrieron por la desaparición de sus seres queridos en el nombre de Dios Omnipotente señor de la vida y de la historia para que nuevas energías acompañaran el caminar de los sobrevivientes con decisión, entereza y esperanza cristiana. (SMV/scm)
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