sábado, 23 de noviembre de 2024
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La librería que solo dejar leer, conversar y tomar café, pero nada de ‘high tech’

Redacción (Miércoles, 16-11-2016, Gaudium Press) Nos llega desde los Estados Unidos una noticia pintoresca, pero ciertamente con gran trasfondo, que tal vez se puede entender como un lamento: la Wind City Books, una librería en Wyoming, prohíbe -de una manera cortés- el uso en su interior de laptops, celulares, tablets y todo tipo de esos objetos existentes o por aparecer.

«Bienvenidos. A un sitio para libros y para tomar un café. Por favor, deje su smartphone y su laptop en el bolso. ¡Tómese un descanso! Viva como si estuviera en 1993. Los emails pueden esperar», dice un cartel a la entrada: Evidentemente tampoco tienen Wifi en la Wind City Books…

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Enseñando a leer, óleo de Nicolás Esparza, en el Museo de Navarra

La simpatía con la que muchos ven el anuncio de esta librería corresponde a una realidad, cada vez más percibida: no nos podemos separar de esos aparatitos, pero estamos sintiendo que nos agobian, nos quitan la paz. Es algo así como una dependencia, que se va trasformando en muchos en adicción: los aparatitos nos aportan cosas que agradan o útiles, al tiempo que van conquistando un dominio progresivo en nuestro espíritu; y al lado de esas que agradan, vienen de ahí muchas que desagradan.

Sí, es un señorío el de la ‘high tech’ que se va tornando total, dominante, cuasi absoluto, que también puede tener ribetes paranoicos o no tan paranoicos, por ejemplo cuando leemos noticias como la publicada por la revista brasileña Veja, que dice que Google guarda copia de muchos diálogos habidos en los dispositivos Android que usamos, o que Samsung grababa conversaciones particulares habidas frente a sus Smart TVs., o que nada más ni nada menos que el director del FBI pega en las cámaras de sus computadores la hoy famosa cintica, pues ya vio a «personas más inteligentes que yo usándola»…

No hay salida, como a todo lo que es bueno, y no tan bueno, hay que ponerle coto, hay que establecer límites.

Primero porque la comunicación tipo Smartphone atrofia la rica convivencia humana, algo evidente. Pero también porque todo indica que el uso exagerado de los aparatitos reduce ciertas cualidades de espíritu, como por ejemplo la profundidad en el análisis, la capacidad de examinar y degustar textos largos, o textos de mera escritura. Resulta que se nos va acostumbrando a que todo tiene que venir con dibujitos o fotografías llamativas, o con modelos o ilustraciones interactivas, y mejor si es en formatos bien cortos, con hipervínculos a otros textos bien cortos, porque si no qué pereza… lo que exceda más de una página, ya es visto con recelo.

Así, el hombre se va trasformando en el ser de lo inmediato, en el hiperinformado de cosas con frecuencia impactantes pero intrascendentes; el hombre va siendo esclavizado por la información superficial, sensacionalista y de espectáculo, y va abandonando la reflexión, el uso maravilloso de la inteligencia que Dios nos dio.

Es cierto que investigaciones han mostrado que al hombre de hoy le gusta no solo consumir noticias, sino también producirlas; es el famoso ‘prosumer’ del que hablan ciertos teóricos. Pero nos preguntamos qué tipo de información produce este ‘prosumer’, si no será una información como la que consume, es decir, con frecuencia superficial, asombrosa, sensacional, pero con poca sustancia, y por ello intrascendente, que no deja huella.

Creemos que en una sociedad de hiperinformación tipo espectáculo, siguen conservando el liderazgo aquellos que no se quedan en el espectáculo, sino que profundizan, analizan, piensan, degustan, se forman, y finalmente emiten cosas con sustancia y con ello orientan, dirigen.

Para no dejarnos contaminar de esa comunicación inmediatista, que al final deja una sensación de vacío, es pues, necesario, ponerle límites, y buscar alternativas, que son las ya clásicas. Límites, como por ejemplo, revisar redes sociales solo en ciertos horarios, determinados por cada uno. Alternativas como determinar espacios específicos para la lectura de un buen libro, sea de literatura, o de un importante tema de actualidad, o de formación profesional, humana o espiritual. Lecturas que no nos convierten en meros sujetos pasivos, sino que nos incentivan a crear, a pensar, a contradecir, a meditar, en el fondo a ser humanos, porque sigue siendo cierto que somos animales racionales, que la razón es lo que nos distingue de los bichos, que así nos tornamos semejantes al Creador.

Por Saúl Castiblanco

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