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Denver – Estados Unidos (Viernes, 18-11-2016, Gaudium Press) En entrevista al ‘National Catholic Register’, el Padre Vincent Lampert, exorcista de la Arquidiócesis de Indianápolis, Estados Unidos, presentó tres consejos para protegerse de las trampas del demonio.
La primera de ellas es hacer las «cosas básicas»: rezar, confesarse y participar de la Santa Misa. Según el exorcista, las personas acostumbran a creer que esos son meros actos rutinarios y que por eso no son eficaces.
«Me miran como si estuviese loco. Pero si les dijese que agarren un gato por el rabo y le den vueltas en torno de sus cabezas a la medianoche, lo harían. Las personas creen que deben hacer algo extraordinario, pero, en verdad, las cosas más ordinarias son las que acumulan gracias y dan protección. Si un católico reza, va a Misa y recibe los sacramentos, el diablo huye», resaltó.
La segunda es saber que el poder está en la Fe y no en los objetos, o sea, el crucifijo, las medallas, el agua bendita y los otros sacramentales católicos tienen un poder de protección, pero lo que realmente los torna poderosos es la Fe, sin la cual no se puede hacer mucho.
El Padre Lambert alerta para que los sacramentales no sean usados como amuletos de buena suerte. Las imágenes y objetos de devoción no nos protegen por sí, sino que nos recuerdan que Dios envía a sus ángeles para protegernos, afirmó el sacerdote recordando el pasaje del Evangelio en el cual Jesús vuelve de Nazaret diciendo que allí no puede realizar ningún milagro pues las personas no tenían Fe. Otro ejemplo retirado del Evangelio es el de la mujer con hemorragia que apenas tocando en el manto de Nuestro Señor fue curada.
El tercer y último consejo dado por el exorcista es estar en una comunidad de Fe. De acuerdo con Padre Lambert, el ministerio del exorcismo y liberación implica un cuidado pastoral especial y es necesario que la persona crea y tenga Fe.
«La mitad de las personas que vienen hasta mi no tienen Fe. Ellos quieren los beneficios de estas prácticas, pero no quieren comprometerse con Cristo. Si ellos no invitan al Espíritu Santo a sus vidas y desarrollan una relación con Cristo, la situación va empeorar», concluyó. (EPC)
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