Aviñón – Francia (Martes, 22-11-2016, Gaudium Press) En nombre del Papa Francisco, el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, presidió, en Aviñón, Francia, el sábado, 19 de noviembre, la celebración Eucarística durante la cual fue Beatificado Fray María-Eugenio del Niño Jesús.
Fray María-Eugenio del Niño Jesús, es el nombre religioso de Henrique Grialou, un sacerdote profeso de la Orden de los Carmelitas Descalzos que fue Fundador del Instituto Secular Nuestra Señora de la Vida.
Beato María-Eugenio
Henri Grialou, nombre civil del Beato, nació día 2 de diciembre de 1894 en un modesto hogar de Aveyron, en Francia.
Todavía niño, dio muestras de su deseo de ser sacerdote. Después de la Primera Guerra Mundial, momento en que sintió la poderosa protección de Santa Teresita del Niño Jesús, recomenzó los estudios en el seminario, dando ahí testimonio de una profunda vida espiritual.
Descubrió los escritos de San Juan de la Cruz y, con el ejemplo de este Santo, sintió revelada su vocación carmelitana. Entró así para la Orden del Carmen el 24 de febrero de 1922, luego después de su ordenación sacerdotal. Adoptó, entonces el nombre religioso de Fray María-Eugenio del Niño Jesús.
Marcado por lo absoluto de Dios y por la gracia mariana del Carmelo, Fray María-Eugenio sirvió con devoción y empeño a la Iglesia y su Orden, desempeñando cargos de gran responsabilidad en Francia y en Roma.
Se dedicó plenamente a la difusión del espíritu y la doctrina del Carmelo, deseando que estos fuesen vividos en la vida cotidiana, en una armoniosa unión de acción y contemplación.
La transmisión de la enseñanza de los maestros del Carmelo – Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz y Santa Teresita – fue iluminada por su propia experiencia de contemplativo y apóstol, y culminó en la redacción del libro «Quiero ver a Dios».
Instituto Nuestra Señora de la Vida
En 1932, con la colaboración de Marie Pila, fundó el Instituto Nuestra Señora de la Vida en la ciudad de Venasque, Francia, junto a un antiguo santuario mariano, del mismo nombre.
Este instituto secular, de laicos (as) consagrados y sacerdotes, coloca en práctica el ideal del Fray María-Eugenio de una vida donde la acción y la contemplación son bien unidas, de tal modo que la contemplación estimula la acción y la acción estimula la contemplación, para así ser dado testimonio del Dios vivo al mundo.
La vocación de los laicos consagrados de Nuestra Señora de la Vida es caracterizada por cuatro aspectos:
consagrados a Dios por la profesión de los consejos evangélicos;
laicos en una vida ordinaria en el mundo, con una profesión propia;
arraigados en el espíritu del Carmelo y en la vida de oración;
participantes de la misión de la Iglesia en el mundo y a partir del mundo: industrias, obras públicas, médico-sociales, educación, funciones públicas y diplomáticas, ediciones, artesanía.
Confianza y Amor – Espíritu Santo y María
¡Como sacerdote y director espiritual, el Beato condujo a las almas, incansablemente, en el camino de la confianza y el amor, seguro de que la misericordia divina se derrama siempre y abundantemente!
Toda la vida de Fray María-Eugenio fue marcada por una poderosa influencia del Espíritu Santo y la Virgen María.
Respondiendo a la fidelidad de su amor, la Virgen María vino a buscarlo el día 27 de marzo de 1967, un lunes de Pascua, día en que él insistía en celebrar la alegría pascual de María, Madre de la Vida.
Pensamientos de Fray María-Eugenio del Niño Jesús
– «Recen para pedir el amor. Es la única oración para hacer. Para las almas que amo, yo no puedo pedir sino el amor: es la única realidad que vale alguna cosa, es la única dádiva eterna a pedir para ustedes.»
– «¡Qué importan las cualidades naturales! La gran riqueza es ser iluminados por el Espíritu Santo, y ser transformados por el Espíritu.»
– «Un santo vivo no es inamovible y el Espíritu Santo no lo abandona en los momentos de dificultad. La gran prueba de santidad no es la ausencia de tentación o de cansancio, sino la persistencia en el caminar, el reaccionar, en el proseguir en dirección a Dios.»
– «Pidamos a la Virgen María que ella nos ayude a asegurar al Espíritu Santo la fidelidad que Él espera de nosotros. Que ella fortifique nuestra fe tan débil; fe que debe atravesar la oscuridad y pasa más allá de todas las angustias para llegar a Dios y creer en Él.
Digámosle: ‘Os ofrezco todo el amor que esperáis de mi; ahora y siempre, hasta el último suspiro. Permitáis Señor que yo guarde esta fidelidad de amor.'» (JSG)
De la Redacción Gaudium Press, con informaciones http://www.nossasenhoradavida.com.br
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