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Nueva York (Viernes, 25-11-2016, Gaudium Press) El Arzobispo de Nueva York y Presidente del Comité de Actividades Provida de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), Card. Timothy Dolan, emitió una declaración con motivo de las votaciones que legalizaron el suicidio asistido en Colorado y una decisión similar tomada por el Consejo de la Ciudad de Washington. El purpurado alertó sobre los graves males que trae la práctica y convocó a un renovado vigor en la oposición de los católicos y los ciudadanos en general a esta amenaza.
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| Card. Timothy Dolan, Presidente del Comité de Actividades Provida de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos. Foto: Gustavo Kralj / Gaudium Press. |
«Siete jurisdicciones en los Estados Unidos han abierto la puerta legal a este peligroso abuso de la medicina, una tendencia alarmante que debe ser detenida por el bien de la dignidad humana y el carácter sagrado de la vida», indicó el Cardenal Dolan, quien alertó especialmente sobre la decisión de Washington, la cual supera los límites anteriores y admite la acción de terceros en la administración de fármacos letales. «La ley de DC es la más extensa y peligrosa hasta el momento».
El purpurado recordó que «cada suicidio es trágico, ya sea una persona joven o vieja, sana o enferma», y advirtió que la práctica del suicidio asistido trastorna la visión de la dignidad humana de forma que se crean «dos clases de personas: las que sus suicidios se quieren evitar a toda costa, y aquellos cuya suicidios se consideran un bien positivo». Por una parte la sociedad lucha contra drogas y armas que hacen daño a unos y por otra parte se entregan drogas letales a otros, en un nuevo tipo de discriminación que pone en riesgo la vida. «Nuestra dignidad inherente de seres humanos no disminuye con el inicio de la enfermedad o la incapacidad, y así todos somos dignos de protección», recordó.
«El acto de la prescripción de una dosis letal y venenosa, por otra parte, debilita el corazón mismo de la medicina», alertó el Card. Dolan. «Los médicos se comprometen a no hacer daño, y el suicidio asistido es el máximo abandono de sus pacientes. Lo que los pacientes gravemente enfermos – y a menudo deprimidos – necesitan es un apoyo auténtico, que incluye médicos plenamente comprometidos con su bienestar». El purpurado pidió afirmar a los enfermos que no son una carga, que servirlos es un privilegio porque esperamos recibir un cuidado similar llegado el momento. «Así que el suicidio asistido por un médico ahora debe oponerse con vigor renovado», concluyó. «Los católicos deben unirse a los profesionales médicos, grupos de derechos de los discapacitados, y otros ciudadanos interesados ??en la lucha por el cuidado auténtico de quienes enfrentan una enfermedad terminal».
Con información de Zenit.
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