Roma – Italia (Viernes, 09-12-2016, Gaudium Press) Como acostumbra ocurrir en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, el Santo Padre fue hasta la Plaza de España, localizada en el centro de Roma, para prestar homenaje, venerar y hacer una oración junto al monumento a la Inmaculada allí erigido.
En seguida el Papa se dirigió a la Basílica de Santa María Mayor, para rezar delante de la imagen de Nuestra Señora «Salus Populi Romani», patrona de Roma.
Las ceremonias tuvieron inicio ya temprano cuando un equipo de bomberos de Roma depositó flores a los pies de la Imagen que está en lo alto de la columna, levantada en el centro de la Plaza.
Diversas organizaciones religiosas además realizaron ceremonias, procesiones y oraciones a lo largo del día en honra de la Imagen de la Inmaculada.
El Papa Francisco vino por la tarde, saludó a los presentes, depositó flores a los pies del monumento a María, rezó y pronunció una larga oración a la Virgen Concebida sin Pecado.
Oración del Papa
«Oh María, nuestra Madre Inmaculada, en el día de tu Fiesta vengo a Ti, y no vengo solo: traigo conmigo a todos aquellos que tu Hijo me confió, en esta ciudad de Roma y en todo el mundo, para que Tú los bendigas y los salves de los peligros.
Traigo a Ti, Madre, a los niños, especialmente aquellos solos, abandonados, y que por eso son engañados y explotados.
Traigo a Ti, Madre, a las familias, que llevan en frente la vida y la sociedad, con su compromiso diario y escondido; especialmente las familias que tienen más dificultades, por tantos problemas internos y externos.
Traigo a Ti, Madre, a todos los trabajadores, hombres y mujeres, y confío a ti especialmente quien, por necesidad, se esfuerza en realizar un trabajo digno y aquellos que perdieron el trabajo o no consiguen encontrar uno.»
Necesidad de María
Francisco continuó su oración mostrando lo que necesita de María:
«Tenemos necesidad de tu mirada inmaculada, para reencontrar la capacidad de mirar a las personas y las cosas con respeto y reconocimiento, sin intereses egoístas o hipocresía.
Tenemos necesidad de tu corazón inmaculado, para amar de manera gratuita, sin segundas intenciones, sino buscando el bien del otro, con simplicidad y sinceridad, renunciando a las máscaras y trucos.
Tenemos necesidad de tus manos inmaculadas, para acariciar con ternura, para tocar la carne de Jesús en los hermanos pobres, enfermos, despreciados, para levantar a aquellos que cayeron y sustentar quien vacila.
Tenemos necesidad de tus pies inmaculados, para ir de encuentro a aquellos que no pueden dar su primer paso, para caminar en los caminos de quien está perdido, para ir y encontrar a las personas solas. «
Agradecimiento y Pedido
«Nosotros te agradecemos, oh Madre, -continuó el Santo Padre- porque mostrándose a nosotros libre de cualquier mancha de pecado, Tú nos recuerdas que antes que nada existe la gracia de Dios, existe el amor de Jesucristo que dio la vida por nosotros, existe la fuerza del Espíritu Santo que todo renueva. Hace que no cedamos al desaliento, sino, confiando en tu constante ayuda, nos empeñemos a fondo para renovar nosotros mismos, esta Ciudad y el mundo entero. Reza por nosotros, Santa Madre de Dios».
Los Papas después del dogma de la Inmaculada Concepción
El dogma de la Inmaculada Concepción fue proclamado el 8 de diciembre de 1854 por el Beato Papa Pío IX. Tres años más tarde, el 8 de diciembre de 1857, el Papa bendijo e inauguró el monumento de la Inmaculada que está en la Plaza de España, en Roma.
El Papa Pío XII fue el primero en enviar flores a la Plaza de España en la Solemnidad de la Inmaculada. San Juan XXIII, en 1958, se dirigió a la Plaza de España y depositó a los pies del monumento un cesto conteniendo rosas blancas y en seguida visitó la Basílica de Santa María Mayor.
El mismo gesto fue repetido por los Papas Beato Pablo VI, San Juan Pablo II y Benedicto XVI. (JSG)
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