viernes, 22 de noviembre de 2024
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Francisco: Con el ‘Sí’ de María, Dios viene a habitar entre nosotros

Ciudad del Vaticano (Lunes, 12-12-2016, Gaudium Press) Por la fiesta de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, el pasado 08, el Papa Francisco, estuvo en la Plaza San Pedro para rezar delante de millares peregrinos la Oración Mariana del Ángelus.

En el discurso proferido en la ocasión el Santo Padre mostró que las lecturas de la «solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Beata Virgen María, presentan dos pasajes cruciales en la historia de las relaciones entre el hombre y Dios: podemos decir que conducen a los orígenes del bien y del mal».

Génesis: el hombre prefirió mirar para sí mismo

El Papa dijo que «el libro del Génesis nos muestra el ‘no de los orígenes’, en el momento en que el hombre prefirió mirar para sí mismo, en vez de confiar en su Creador; quiso hacer por cuenta propia, escogió ser autosuficiente. Así, rompiendo la comunión con Dios, se vació a sí mismo y pasó a tener miedo, a esconderse y a acusar a su prójimo. Eso es lo que hace el pecado. Pero el Señor no deja al hombre a merced de su mal; inmediatamente lo busca y le hace una pregunta llena de aprehensión: ‘¿Dónde usted está?’. Es la pregunta de un padre o de una madre que busca al hijo perdido: ‘¿Dónde estás? ¿En qué situación te encuentras?’. Y Dios hace eso con tanta paciencia, hasta llenar la distancia creada en los orígenes.»

El ‘sí’ de la Anunciación

El segundo pasaje crucial, narrado en el Evangelio de la Inmaculada, es cuando Dios viene a habitar entre nosotros, se hace hombre como nosotros. Y eso solo fue posible por medio de un gran «Sí», el de María en el momento de la Anunciación:

«Gracias a este ‘sí’ Jesús inició su camino por las estradas de la humanidad; inició este recorrido en María, viviendo los primeros meses de vida en el útero de la madre: no apareció ya adulto y fuerte, sino que siguió todo el recorrido de un ser humano. Se hizo en todo igual a nosotros, excepto en una cosa: el pecado. Por eso, escogió a María, la única criatura sin pecado, inmaculada. En el Evangelio, con una palabra, ella es llamada de ‘llena de gracia’, esto es repleta de gracia. Eso significa que en ella no hay lugar para el pecado. Y también nosotros, cuando nos dirigimos a ella, reconocemos en ella esta belleza: la invocamos como ‘llena de gracia’, sin la sombra de mal», subrayó Francisco.

Sí incondicional

«He aquí la sierva del Señor», responde María.

Ella no dice: «Esta vez voy hacer la voluntad de Dios, yo estoy disponible, después vamos a ver…». Su sí es un «sí» total, incondicional. Tal como el «no» de los orígenes había cerrado el pasaje del hombre a Dios, así el «sí» de María abrió, para nosotros, el camino para Dios. Es el «sí» más importante de la historia, el «sí» humilde que abate el «no» soberbio de los orígenes, el «sí» fiel que cura la desobediencia, el «sí» disponible que derrota el egoísmo del pecado.

Sí, sí; no, no

«También para cada uno existe una historia de salvación hecha de Sí y de No a Dios. A veces, sin embargo, somos especialistas en los Sí a la mitad: somos buenos en fingir no entender bien lo que Dios quiere y lo que la consciencia sugiere. Somos también astutos, y para no decir un no verdadero a Dios decimos: ‘Yo no puedo’, ‘no hoy, sino mañana’; ‘mañana seré mejor, mañana yo voy a rezar, voy hacer el bien, mañana’. Así, entretanto, cerramos la puerta al bien, y el mal aprovecha esta falta de un ‘sí’. En vez de eso, cada ‘sí’ pleno a Dios da origen a una historia nueva: decir sí a Dios es verdaderamente ‘original’, no el pecado, que nos torna viejos dentro, nos envejece por dentro. Cada sí a Dios origina historias de salvación para nosotros y para los otros.»

En este camino de Adviento, Dios nos quiere visitar y espera por nuestro «sí», mediante el cual decimos a Dios: «Creo en Ti, espero en Ti, yo te amo; hágase en mi según tu voluntad».

Con generosidad y confianza, como María, vamos a decir hoy, cada uno de nosotros, este sí personal a Dios, completó Francisco. (JSG)

 

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