Ciudad del Vaticano (Lunes, 26-12-2016, Gaudium Press) Al encerrar la serie de cuatro predicaciones sobre el Adviento el viernes pasado, el Padre Raniero Cantalamessa volvió a exponer sus reflexiones para el Papa Francisco y miembros de la Curia Romana.
La última de las reflexiones tuvo como tema «Encarnado por obra del Espíritu Santo a través de la Virgen María».
La introducción para la predicación fue hecha con una frase latina:
«Dum medium silentium tenerent omnia», o sea, «mientras todo alrededor era silencio…»
Según el predicador de la Casa Pontificia, con estas palabras la liturgia busca recrear todos los años la atmósfera propia de la Navidad.
Agitación del mundo ayer y hoy
Según Fray Cantalamessa, en el momento del nacimiento de Jesús, el mundo no era menos agitado que hoy, incluso si todo ocurría en un círculo más restricto.
Para él, las calles y tabernas hervían de personas por causa del censo; las grandes figuras de la época, aunque distantes, eran César Augusto, Herodes…
Apenas dos personas, María y José, tenían conocimiento del evento más importante, no solo de aquel tiempo, sino de todos los tiempos.
Espiritualmente, afirma Fray Raniero, esta situación se renueva en cada Navidad.
Las noticias de actos de terrorismo, de guerras, de masas obligadas, como entonces, a dejar sus casas y para las cuales, como para María y José, «no hay lugar en la posada», se sobreponen y llegan hasta nosotros en tiempo real.
Solamente aquellos que por una hora, o un momento, sean capaces de silenciar todo, fuera y dentro de sí y, con la gracia del Espíritu Santo, tomar consciencia de lo que recordamos en este día, apenas estos, podrán decir haber «hecho» la Navidad.
Sucede como cuando, del mismo modo, saliendo del caos ensordecedor de la ciudad, alguien cruza el umbral de su casa o del propio convento, tiene la sensación de entrar en otro mundo.
San Agustín: dos modos de celebrar la Navidad
San Agustín distinguía dos modos de celebrar el evento de la historia de la salvación: como modo de misterio («en el sacramento»), o como simple aniversario, dijo el predicador de la Casa Pontificia.
Para celebrar el aniversario no se necesita de otra cosa -decía San Agustín- más que «indicar con una solemnidad religiosa el día del año que marca la memoria del evento en sí».
Para la celebración como misterio, «no solo se conmemora un evento, sino que usted lo hace de modo que se entienda su significado para nosotros y lo acojamos de manera santa».
Fray Cantalamessa dice que la Navidad no debe ser una celebración «en el estilo de aniversario». El día 25 de diciembre fue escogido por razones históricas, pero simbólicas y de contenido.
La Navidad es una celebración «a modo de misterio». Una Celebración que exige ser entendida en su significado mayor para nosotros.
San León Magno ya hablaba del significado místico del «sacramento del nacimiento de Cristo», diciendo que «los hijos de la Iglesia fueron generados con Cristo en su nacimiento, como fueron crucificados con él en la pasión y resucitados con él en la resurrección».
María, Virgen y Madre, que engendra a Cristo por obra del Espíritu Santo, es el «tipo», o el ejemplar perfecto, de la Iglesia y del alma del creyente. Un autor de la Edad Media, San Isaac de Stella, resume el pensamiento de los Padres, a este respecto:
«María y la Iglesia son una madre y más madres; una virgen y más vírgenes. El Espíritu Santo nos invita, a ‘retornar al corazón’, para celebrar una Navidad más íntima y verdadera, que torne ‘verdadera’ también la Navidad que celebramos fuera de nosotros, en los ritos y las tradiciones» -destacó además Padre Raniero-.
«Tú eres mi hijo; hoy yo te engendré» (Hb 1,5)
El Padre quiere engendrar en nosotros Su Palabra para poder pronunciar nuevamente, dirigiéndose a Jesús y a nosotros juntos, aquella dulce palabra: «Tú eres mi hijo; hoy yo te engendré» (Hb 1,5).
Jesús quiere nacer en nuestros corazones. Es así que debemos pensar en la fe: como si, en estos últimos días de Adviento, Él pasase entre nosotros y golpease de puerta en puerta, como en aquella noche en Belén, en busca de un corazón para nacer espiritualmente, concluyó el predicador de la Casa Pontificia. (JSG)
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