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México conmemora en 2017 los 150 años de la beatificación de dos mártires

Redacción (Viernes, 06-01-2017, Gaudium Press) Este 2017 se conmemoran 150 años de la beatificación de los mártires mexicanos Bartolomé Díaz-Laurel y Bartolomé Gutiérrez, quienes fallecieron en Japón por causa de su fe; y la Iglesia en México se prepara para recordar este acontecimiento de manera especial.

Ambos beatos fueron elevados al honor de los altares en 1867 durante el pontificado del Papa Pío IX. El primero de ellos el 7 de julio de ese año, formando parte del grupo de 204 mártires que encabezaba el dominico Alfonso Navarrete; la beatificación del segundo fue el 22 de mayo.

Bartolomé Gutiérrez nació en Ciudad de México el 4 de septiembre de 1580. A sus 16 años ingresó a los agustinos. Su actividad misionera la inició desde muy joven uniéndose primero a una misión en Filipinas con Fray Pedro Solis, donde en 1612 fue maestro de novicios.

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Beato Bartolomé Díaz-Laurel.

Tras Filipinas emprendió su primer viaje a Japón que ocurrió de 1615 a 1617. Allí estuvo en el convento de Usuki. En esta época había una orden imperial de expulsión para los religiosos. Varios historiadores creen que Gutiérrez en efecto fue expulsado de Japón por el emperador Taiko Sama, el mismo que ordenó el martirio de San Felipe de Jesús, pero en 1618 regresó a Manila disfrazado y en compañía del Padre Pedro de Zúñiga.

Se sabe que el beato permaneció predicando a escondidas en Japón por 15 años, y que el 10 de noviembre de 1629, cuando se encontraba en la ciudad de Omura fue descubierto y arrestado por el rey Bongo. Durante su cautiverio fue enjaulado y torturado, recibiendo su martirio, quemado por fuego, el 8 de septiembre de 1629.

El beato Bartolomé Díaz-Laurel nació en la ciudad de los Reyes y Puerto de Acapulco en 1599. Fu hermano lego de los Descalzos franciscanos de la Provincia de San Diego, también en México. En 1619 viaja a Filipinas como misionero donde sirvió como enfermero. Llega a Japón en 1623 donde llevó a cabo una importante labor evangelizadora catequizando a los catecúmenos. El martirio lo sorprendió, también quemado a fuego, el 17 de agosto de 1627.

Para Mons. Armando Colin, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México, quien es citado por SIAME, esta conmemoración «es una oportunidad magnífica para promover la ejemplar vida de ambos beatos».

Con información de SIAME.

 

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