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Hambre no de pan, sino de oír la palabra de Dios

Redacción (Jueves, 19-01-2017, Gaudium Press) Muchos hablan del hambre que parcelas de la población tienen de alimentos materiales. Pocos son aquellos que se refieren al hambre, más grave, de oír la Palabra de Dios – Palabra de la cual la Iglesia Católica es la depositaria. De esta hambre habla Amós, uno de los profetas menores.

¿Cuáles fueron los profetas menores y por qué recibieron ese título?

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Profeta Joel, de Aleijadinho

He aquí sus nombres: Jonás, Amós, Oseas, Miqueas, Nahum, Sofonías, Habacuc, Abdías, Ageo, Zacarías, Joel y Malaquías. Son denominados «menores» en comparación con los cuatro profetas mayores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel, los cuales recibieron de Dios vocaciones superiores y desempeñaron misiones más importantes.

Todos esos profetas tuvieron grandeza, magníficamente expresada por las imágenes del famoso escultor brasileño Aleijadinho.
Habiendo ya tratado de Jonás, haremos una síntesis respecto a los otros once, siguiendo dentro de lo posible el orden cronológico de la existencia de cada uno de ellos.

«Odiad el mal, amad el bien»

Amós era pastor de ovejas y ejerció su ministerio profético en el siglo VIII a.C. Aunque iletrado, estaba lejos de ser un hombre rústico. Se nota en su Libro que conocía bien la Sagrada Escritura; «él poseía preciosas cualidades naturales en cuanto al estilo y la elocuencia.»

A pesar de pertenecer al reino de Judá, sus profecías se dirigen casi exclusivamente al reino cismático de las diez tribus, Israel, que será punido por causa de su idolatría y corrupción moral. He aquí algunos trechos del Libro de Amós:

– «Odiad el mal, amad el bien […] Detesto vuestras fiestas, no siento el menor placer en vuestras celebraciones! […] Aleja de Mi la algazara de tus cánticos, la música de tus instrumentos no quiero oír» (Am 5, 15.21).

– Día vendrá en que habrá hambre en la tierra, pero «no será hambre de pan ni sed de agua, y sí de oír la Palabra del Señor». Las personas «irán tambaleando […] sin rumbo, a la búsqueda de la Palabra del Señor, sin poder encontrarla» (Am 8, 11-12).

– «Morirán a espada todos los pecadores de mi pueblo, los que dicen: ‘¡Está lejos! ¡Esa desgracia no nos alcanza!’ » (Am 9, 10).

«De Egipto llamé a mi hijo»

Oseas fue contemporáneo de Amós y predicó durante aproximadamente 50 años. El objetivo principal, casi único, de sus profecías es el reino cismático de Israel, que se encontraba en una terrible decadencia religiosa y moral. El Nuevo Testamento cita trechos del Libro de Oseas nueve veces.

Los hechos narrados al inicio del Libro (cap. 1 a 3) -casamiento con una mujer de mala vida y los nombres de dos de sus hijos – «por una parte, eran capaces de causar impresión sobre los judíos y sacudirlos de su torpor religioso, manifestando la gravedad de sus crímenes […] Y por otra parte, muestran lo que podían esperar del divino amor si ellos se enmendasen corajudamente».

Indignado con las iniquidades de su pueblo, «su lenguaje parece un torrente impetuoso». Entretanto, tiene un corazón ardiente de amor a sus hermanos y muestra también la dilección de Dios para con su pueblo.

Citaremos algunos trechos de su Libro.

– «De Egipto llamé a Mi hijo» (Os 11, 1). San Mateo cita esa profecía, aplicándola al regreso del Niño Jesús -con María y José- de Egipto, después de la muerte de Herodes: «Así se cumplió lo que el Señor había dicho por el profeta: ‘De Egipto llamé a mi Hijo'» (Mt 2,15)

– En esta tierra las personas «mienten, matan, roban, cometen adulterio, cometen asesinatos uno atrás del otro. Por eso es que el país está todo abatido y sus ciudadanos están marchitos. Los animales silvestres, las aves del cielo y hasta los peces del mar están desapareciendo» (Os 4, 2-3).

Debemos notar la correlación existente entre el pecado y el desequilibrio psicológico del hombre, así como las consecuencias que él produce en la naturaleza: animales, aves y peces.

Realmente, el pecado es una agresión a Dios y a la propia consciencia de quien lo practica. Entre otras consecuencias, él produce en los hombres desánimo y tristeza, o sea, quedan «marchitos». Además, el pecado «ofende al orden del universo».

El Mesías nacerá en Belén

Miqueas actuó alrededor de 740 a 700 a. C. en el Reino del Sur, esto es, Judá. «Su estilo simple y enérgico, habitualmente muy puro, certifica la edad de oro de la literatura profética.»

He aquí algunas de sus profecías:

– Los habitantes de Jerusalén se tornarán cautivos de los caldeos y después retornarán: «Hija de Sión […] serás llevada para Babilonia, pero de allá serás sacada» (Mq 4, 10).

– El Mesías nacerá en Belén: «Tú, Belén de Efrata, pequeñita entre las aldeas de Judá, de ti es que saldrá para mi aquel que ha de ser el gobernante de Israel.» (Mq 5, 1). Y se refiere también a la Santísima Virgen, la Madre del Redentor: «Dios los abandonará hasta el momento en que dé a luz a aquella que debe dar a luz» (Mq 5, 2). O sea, el pueblo antes abandonado alcanzará la restauración por intercesión de la Madre del Salvador.

– Nuestro Señor Jesucristo será perseguido por su propio pueblo: «¿Mi pueblo, que te hice yo? ¡O en qué te maltraté, respóndeme!» (Mq 6, 3) En la Liturgia del Viernes Santo ese trecho de Miqueas es recitado.

Esos profetas son santos y sus memorias se celebran en las siguientes fechas: San Amós (15 de junio), San Oseas (17 de octubre), San Miqueas (21 de diciembre).

Por Paulo Francisco Martos

(in Noções de História Sagrada – 98)

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Bibliografía

Noções de História Sagrada, n. 76, artigo publicado por Gaudium Press.

FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée – La Prophétie d’Amos. 3. ed. Paris: Letouzey et aîné. 1923, p. 407.

FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée – La Prophétie d’Osée. 3. ed. Paris: Letouzey et aîné. 1923, p. 343.

CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2013. v. VII, p. 242-243.

FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée – La prophétie de Michée. 3. ed. Paris: Letouzey et aîné.1923, p. 468.

 

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