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Ciudad del Vaticano (Miércoles, 01-02-2017, Gaudium Press) La homilía que el Papa Francisco profirió ayer durante la Santa Misa celebrada en la Capilla de la Casa Santa Marta fue inspirada en las lecturas del día, 4ª semana en el Tiempo Común.
De la carta a los hebreos, Francisco recordó que ella nos incita a progresar en la Fe con «perseverancia, manteniendo la mirada fija en Jesús». En cuanto al capítulo 5º del Evangelio de Marcos, el Papa acentuó que «es Jesús que nos mira y percibe que estamos allí. Él nos está próximo, está siempre en medio de la multitud».
Jesús «no está con los guardias que hacen escolta, para que nadie lo toque. ¡No, no! Él se queda allí, comprimido entre las personas. Y toda vez que Jesús salía, había más gente». Él buscaba a las personas. Y las personas lo buscaban. El pueblo tenía los ojos presos en Él y Él tenía los ojos presos en las personas:
«Sí, sí, en el pueblo, en la multitud», «¡No, no, en cada uno!» Es esta la peculiaridad de la mirada de Jesús. Jesús no masifica las personas; Él mira para cada uno».
Dos milagros y la mirada de Jesús
Son dos milagros que el Evangelio de Marcos narra: Jesús cura una mujer que tiene hemorragias hace 12 años y resucita a la hija de Jairo.
La mujer, sale del medio de la multitud y consigue tocar la ropa de Jesús. Él percibe que fue tocado y la cura.
Jesús va hasta la niña, hija de uno de los jefes de la Sinagoga, y la resucita. Percibe que ella está con hambre y dice a los padres que le den de comer.
Francisco comenta:
«La mirada de Jesús pasa de lo grande a lo pequeño. Así mira Jesús: mira para nosotros, todos, pero ve cada uno de nosotros. Mira nuestros grandes problemas, percibe nuestras grandes alegrías y ve también nuestras pequeñas cosas… porque está cerca. Jesús no se asusta con las grandes cosas y lleva en cuenta también las pequeñas. Así mira Jesús».
Si corremos, afirma el Papa, «con perseverancia, manteniendo fija la mirada en Jesús», ocurrirá con nosotros lo que ocurrió con las personas después de la resurrección de la hija de Jairo. Ellas quedaron admiradas:
«Voy, veo a Jesús, camino adelante, fijo la mirada en Jesús y ¿qué veo? ¡Que Él tiene la mirada sobre mí! Y esto me hace sentir un gran estupor: es la sorpresa del encuentro con Jesús. ¡Pero no tengamos miedo! No tengamos miedo, así como no lo tuvo aquella señora que fue a tocar el manto de Jesús. ¡No tengamos miedo! Corramos en este camino, con la mirada siempre fija en Jesús. Y tendremos esta bella sorpresa, que nos llenará de estupor. El propio Jesús con los ojos fijos en mí». (JSG)
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