Ciudad del Vaticano (Miércoles, 08-02-2016, Gaudium Press) En la Audiencia General de hoy, una de su serie de catequesis sobre la esperanza cristiana, el Papa Francisco resaltó con textos paulinos el carácter comunitario de la esperanza, además de profundizar en esta necesaria virtud.
«El miércoles pasado hemos visto que San Pablo, en la Primera Carta a los Tesalonicenses, exhorta a permanecer arraigados en la esperanza de la resurrección (Cfr. 5,4-11), con esa bella palabra ‘estaremos siempre con el Señor’. En el mismo contexto, el Apóstol muestra que la esperanza cristiana no tiene sólo un aspecto personal, individual, sino comunitario, eclesial. Todos nosotros esperamos. Todos nosotros tenemos esperanza, pero también comunitariamente. Por esto, la mirada es enseguida extendida por Pablo a todas las realidades que componen la comunidad cristiana, pidiéndoles de orar los unos por los otros y de sostenerse recíprocamente. Ayudarse recíprocamente. Pero no solo ayudarse en las necesidades, en las tantas necesidades de la vida cotidiana, sino ayudarnos en la esperanza, sostenernos en la esperanza», dijo el Pontífice.
Por ese carácter eclesial de la esperanza cristiana, nos es obligación dirigir nuestra mirada a «los hermanos con mayor riesgo de perder la esperanza, de caer en la desesperación».
«[El Apóstol] Se refiere a quien está desanimado, a quien es débil, a quien se siente abatido por el peso de la vida y de las propias culpas y no logra más levantarse. En estos casos, la cercanía y el calor de toda la Iglesia debe hacerse todavía más intensa y amorosa». Ese compartir de la esperanza nos debe mover a «padecer con el otro, sufrir con el otro, acercarme a quien sufre… una palabra, una caricia, pero que salga del corazón, esto es la compasión. Tienen necesidad de la solidaridad y de la consolación. Esta es más importante que nunca: la esperanza cristiana no puede prescindir de la caridad genuina y concreta. El mismo Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Romanos, afirma con el corazón en la mano: «Nosotros, los que somos fuertes – que tenemos la fe, la esperanza o no tenemos tantas dificultades – debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no complacernos a nosotros mismos» (15,1)», recalcó el Pontífice.
Quienes «experimentan cada día la prueba, la precariedad y el propio límite» en su vida cotidiana, y en medio de las dificultades viven la esperanza, «nos dan el testimonio más bello, más fuerte, porque permanecen firmes en la confianza en el Señor, sabiendo que, más allá de la tristeza, de la opresión y de la inevitabilidad de la muerte, la última palabra será la suya, y será una palabra de misericordia, de vida y de paz. Quien espera, espera escuchar un día esta palabra: ‘Ven, ven a mí, hermano; ven, ven a mí, hermana, por toda la eternidad’ «.
Finalmente el Papa Francisco puntualizó que «el soplo vital, el alma de esta esperanza es el Espíritu Santo. Sin el Espíritu Santo no se puede tener esperanza. Es por eso que el Apóstol Pablo nos invita al final a invocarlo continuamente».
Con información de Radio Vaticano
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