Ciudad del Vaticano (Miércoles, 08-02-2017, Gaudium Press) Ayer en la Audiencia General de los miércoles, el Papa Francisco elogió la figura de Justo Takayama Ukon, el «Samurai de Cristo», quien fue beatificado también ayer en la ciudad de Osaka, Japón, por el Cardenal Angelo Amato en representación del Santo Padre.
«Antes que hacer concesiones -dijo el Papa- renunció a honores y riquezas aceptando la humillación y el exilio. Permaneció fiel a Cristo y al Evangelio; por eso representa un admirable ejemplo de fortaleza en la fe y de entrega en la caridad». El Samurai de Cristo pertenecía a la clase social de los «daimios» señores feudales. Su padre se había convertido al cristianismo e hizo que él se bautizase a los 12 años, dándole por nombre uno de origen latino, «Justo».
Justo Takayama, un tipo de mártir
En 1587, ya con esposa y cuatro hijos, y siendo un aún joven caballero de 35 años, ve como se desata la persecución contra los católicos por parte del canciller del Japón, Toyotomi Hideyoshi. Este expulsa a los misioneros y conmina a todos los cristianos a abandonar su fe. Muchos nobles claudicaron, pero no Justo, que entretanto tuvo que vivir en condiciones muy precarias, protegido siempre por sus amigos. En 1614, cuando finalmente el catolicismo es prohibido en el Japón, Justo junto a 300 otros fieles abandona al Japón rumbo a Filipinas para morir allí poco después. Su muerte es considerada por muchos un tipo de martirio, pues la enfermedad que lo llevó a la tumba es fruto de todas las persecuciones sufridas. Está enterrado en Manila.
Elogio que hizo el Cardenal Amato
En la homilía de la ceremonia de Beatificación, el cardenal Amato recordó la bendición que representa para la Iglesia del Japón «el espléndido testimonio de numerosos mártires», y de qué forma particular el beato Justo fue «un extraordinario testigo de la fe cristiana en tiempos difíciles, de contrastes y persecución».
«La beatificación de Justo -expresó el purpurado- es una semilla evangélica que la Providencia esparció en Japón y en el mundo. El ejemplo de nuestro beato nos impulsa a todos nosotros a una vida de fe y fidelidad al Evangelio de Jesucristo».
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