Redacción (Viernes, 10-02-2017, Gaudium Press) El último grado de oración es lo que algunos místicos han llamado de ‘matrimonio espiritual’, ‘unión transformativa’, ‘deificación del alma’, ‘unión consumada’ o expresiones análogas.
Miremos en qué consiste, o cuáles son las características de ese estado: «El alma tiene conciencia de que en sus actos sobrenaturales de inteligencia, de amor, de voluntad, participa de la vida divina, de los actos análogos que están en Dios. Esto es lo esencial del matrimonio espiritual», según explica el P. Poulain. (1) Sabemos por doctrina cristiana que el alma bautizada y en gracia tiene en sí todo el «mecanismo» sobrenatural, es decir virtudes infusas, dones del Espíritu Santo y Presencia trinitaria, y que este mecanismo efectivamente actúa, se movimenta. Pero cuando un alma se encuentra en el estado de Matrimonio Espiritual «se tiene conciencia de la comunicación de la vida divina. Dios ya no es solamente -como en los grados precedentes- el objeto de nuestras operaciones sobrenaturales de inteligencia y voluntad, sino que se muestra como co-principio de nuestras operaciones, la ayuda de que nos servimos para producirlas. Nuestros actos nos parecen, en cierto modo, divinos; nuestras facultades son ramas en las que sentimos circular la savia divina. Se cree sentir en sí mismo a Dios viviendo por los dos. Se vive en Él, de Él, por Él. Ninguna criatura puede manifestarse a nosotros de esta manera».
San Juan de la Cruz y Santa Teresa Cuadro en el Monasterio de la Encarnación, Alba de Tormes |
Es decir el alma en estado de «matrimonio espiritual» vive totalmente en Dios y sus operaciones son conjuntas, humano-divinas, y además tiene conciencia de ello, lo siente. «En realidad, el alma en simple posesión del estado de gracia ya es, de alguna manera, esposa verdadera de Dios. Pero solamente en las grandes alturas de la unión transformativa adquiere la conciencia experimental permanente de que efectivamente lo es», afirma el P. Royo Marín. Vemos aquí porqué se le llama a esa situación de «matrimonio», esto es porque así como en los buenos esposos hay una mutua entrega y son dos una sola carne, el alma en desposorio místico con Dios tiene una perfecta comunicación de bienes con él.
¿Cómo se llega al «matrimonio espiritual» o «unión transformante»?
La pregunta del subtítulo no deja de ser pretensiosa, para un mero artículo como este, pues su respuesta es todo el gigantesco estudio de la espiritualidad cristiana. Pero como los santos tienen un poder de síntesis que es el mismo poder de Dios, dejemos que San Juan de la Cruz nos responda, comparando el camino de crecimiento en la virtud con la acción del fuego:
«Porque el fuego material, en aplicándole al madero, lo primero que hace es comenzarle a secar, echándole la humedad fuera y haciéndole llorar el agua que en sí tiene. Luego le va poniendo negro, oscuro y feo y aún de mal olor; y yéndole secando poco a poco, le va sacando a la luz y echando fuera todos los accidentes feos y oscuros que tiene contrarios al fuego. Y, finalmente, comenzándole a inflamar por de fuera y calentarle, viene a transformarle en sí y ponerle hermoso como el mismo fuego. En el cual término, ya de parte del madero ninguna pasión hay ni acción propia, salvo la gravedad y cantidad, más espesa que la del fuego, porque las propiedades del fuego y acciones tiene en sí; porque está seco, y seca, está caliente, y calienta; está claro, y esclarece; está ligero mucho más que antes, obrando el fuego en él estas propiedades y efectos». (2)
Lo luminoso de la metáfora de arriba es, entre otras cosas, que nos indica un plan de acción para llegar al objetivo: Hay que acercarse al fuego si queremos ser fuego. Y ese Fuego es Dios. No existe por tanto una buena transformación propia que se de en el alejamiento de Dios.
Acercarse al fuego es conocer a Dios y amar a Dios, usando también todos los recursos que la Iglesia ofrece, como liturgia, sacramentos, hasta que el fuego de Dios tome cuenta del alma.
Por Saúl Castiblanco
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1 P. Poulain. Des grâces d’oraison. c.19 n. 11 in Royo Marín, Antonio. OP. Teología de la Perfección Cristiana. Biblioteca de Autores Cristianos. 7ma. Edición. Madrid. 1994. p. 742.
2 Noche Oscura II, 10, 1.
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