Redacción (Viernes, 10-02-2017, Gaudium Press) Pierre Claudel dice que el mayor milagro de Lourdes ha sido Santa Bernardita a quien el agua de la gruta no le sirvió para nada. (1)
Siempre enfermiza desde que ingresó al convento de las Hermanas de la Caridad de Nevers, -también conocidas como «Damas de la Caridad», Bernardita fue tratada con cierto tipo de menosprecio muy francés, por algunas religiosas que dudaban de las apariciones y la conminaban a que hiciera evidente el poder curativo del agua aplicándosela y tomando de ella. Aunque Santa Bernardita lo hizo con cierta regularidad no se curó. Por fin un día les recordó que ella ya había dicho con mucha claridad en las declaraciones que le tomaran varias veces las autoridades eclesiásticas, que la Virgen le dijo en una de las 18 ocasiones en que le habló que no la haría dichosa en este mundo pero sí, y mucho, en el otro. Con ello tuvieron que callar las habladurías.
Sin querer denigrar en ningún momento de la Comunidad religiosa, Claudel se aproxima muy realistamente a la situación de esta humilde campesinita sin abolengos recibida a profesar en una orden religiosa femenina, que exigía siempre a las postulantes y novicias una ponderable dote a más de comprobar que se tratara de una jovencita proveniente de familia con cierto tipo de estatus social, con lo cual la vocación era confirmada, pues podía presentarse casos de desubicadas sin futuro, intentando una aventura espiritual nada más.
Santa Bernardita sufrió mucho con esto y al principio no quería ingresar en la orden, limitándose solamente a hacerlo por obediencia al obispo que dispuso que fuera admitida. A esa incómoda situación entre niñas bien educadas y con algún refinamiento social, la Santa tuvo que añadir el sobrellevar la mortal enfermedad que la minaba físicamente e intentaba deprimirla, ante la escepticismo cruel de su maestra de novicias y después superiora que se dedicó a humillarla so pretexto de hacerla humilde, pues ella acreditaba totalmente en las apariciones, aunque le parecía muy singular que la Virgen hubiese escogido una criaturita tan corta de inteligencia, de modales tan comunes y de cualidades piadosas discutibles.
El 16 de abril de 1879 Santa Bernardita entregó su hermosa alma a Dios con 35 años de edad y 13 de vida religiosa. Sus ojos habían visto a la Virgen que describió siempre como una bella doncella muy delicada y amorosa con ella. Por esto ninguna de las tribulaciones del convento hizo mella en su alma y murió tranquila a pesar de los dolores y fiebre. Sus últimas palabras fueron una exclamación de alegría pues al parecer volvió a ver a Nuestra Señora porque dijo: ¡Otra vez! En 1909 su cuerpo fue desenterrado completamente incorrupto. Fue inscrita en el catálogo de nuestros santos el 8 de diciembre de 1933 por el papa Pío XI.
Gruta de Lourdes, Francia |
Que se sepa oficialmente, Santa Bernardita no reveló a nadie los secretos que le fueron dados por la Virgen, aunque nunca negó que algo le había sido confiado y por lo cual ofrecía sus padecimientos físicos y morales. Ciertamente se los llevó a la tumba pero no hay duda que ellos también permanecen incorruptos y limpios de conjeturas, tal cual se los entregó la Santísima Virgen María.
Podemos rezar para que la Virgen continúe ofreciendo esa inocente inmolación voluntaria, la presente a Dios y nos obtenga cada vez más misericordia divina en un mundo que hoy día no aprecia ni valora un sacrificio como el que hizo la santa joven monja de Nevers, seguramente como una misteriosa exigencia de Dios, tan contrariado y despreciado tanto o más que lo fue nuestra pobre y sufridísima santa.
Por Antonio Borda
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(1) Pierre Claudel, El Misterio de Lourdes, 1958.
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