Washington (Miércoles, 22-02-2017, Gaudium Press) Eucaristía ha probado ser a través de la historia una audaz manera en que Jesucristo se hace físicamente presente en los lugares más insospechados, tocando las más diversas realidades de la vida humana. No por eso nos deja de sorprender conocer relatos como el del Dr. Thomas D. Jones, galardonado astronauta de la NASA, quien en abril de 1994 vivió un hecho histórico: la primera vez que la Comunión Eucarística fue administrada en el espacio.
El transbordador espacial Endeavour fotografiado desde la Estación Espacial Internacional. Foto: NASA. |
El Dr. Jones recordó este llamativo en su libro «Sky Walking: An Astronaut’s Memoir» (Caminar por el Cielo: Memoria de un Astronauta). El relato de la llamativa experiencia fue divulgado por Kathy Schiffer de The National Catholic Register. El astronauta recordó cómo los extraordinarios paisajes espaciales le motivaban un profundo agradecimiento hacia Dios y el tiempo de Pascua presentó una oportunidad que los católicos de la misión se reunieran para orar y comentar sobre estas vivencias.
«Kevin, Ministro de la Eucaristía (hoy llamados Ministros Extraordinarios de la Comunión), llevaba el Santísimo Sacramento con él, las hostias protegidas en una píxide dorada sencilla», relató el astronauta. «Los tres dimos gracias a Dios por la vista de su universo, por los buenos compañeros y por el éxito de nuestras tripulación hasta ese momento. Entonces Kevin compartió el Cuerpo de Cristo con Sid y conmigo y flotamos sin peso en el puerto de vuelo, reflexionando en silencio en ese momento de paz y verdadera comunión con Cristo».
Pero la ausencia de gravedad y el silencio característico del espacio no fue lo único extraordinario. «Mientras meditábamos en silencio en la cabina, una luz blanca cegadora irrumpió a través del espacio y dentro de la cabina. La irradiación pura del sol amaneciendo fluyó a través de las ventanas de la cabina del Endeavour y nos bañó en su calidez. ¿Qué podría ser esto si no un signo?», exclamó el Dr. Jones, quien reconoció este hecho como la «gentil afirmación de Dios de nuestra unión con Él».
El astronauta resultó visiblemente conmovido en ese momento por la experiencia y se apartó de sus compañeros para ocultar el hecho de que estaba llorando. Su mirada se posó sobre el Océano Pacífico y un nuevo espectáculo le hizo llamar a sus compañeros. «Miren esto», les dijo, señalando una hermosa paleta de azules en el agua del planeta. «Es el azul del velo de la Virgen, Tom», exclamó Kevin. «Él estaba en lo correcto. Encontró la manera perfecta de expresar la visión que teníamos a través de la ventana».
«Estamos diseñados para ser sorprendidos en el espacio», concluyó el Dr. Jones. «Si nuestra imperfecta especie ha encontrado tales brillos de deleite en nuestro primer encuentro tentativo con el cosmos, entonces hemos encontrado un Dios generoso y cuidadoso».
Con información de National Catholic Register.
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