Redacción (Miércoles, 15-03-2017, Gaudium Press)
Un Papa reciente consagrado a María
¿Esta forma de devoción a María no sería, con todo, un tanto acrónica y poco adecuada para los días actuales?
No es lo que piensa uno de los Papas más recientes, que ejerció su largo pontificado bajo un lema indudablemente mariano: ‘Totus tuus’. En la Encíclica ‘Redemptoris Mater’, San Juan Pablo II enseña: «la espiritualidad mariana, así como la devoción correspondiente, tiene una riquísima fuente en la experiencia histórica de las personas y las diversas comunidades cristianas que viven en el seno de los varios pueblos y naciones sobre toda la faz de la Tierra. A este propósito, me es grato recordar, de entre los muchos testigos y maestros de tal espiritualidad, la figura de San Luís María Grignion de Montfort, el cual propone a los cristianos la consagración a Cristo por las manos de María, como medio eficaz para vivir fielmente los compromisos bautismales. Y registro además aquí, de buen grado, que tampoco en nuestros días no faltan nuevas manifestaciones de esta espiritualidad y devoción».
Por ocasión de su visita al Santuario de Jasna Gora, en 1979, el mismo Papa Juan Pablo II explica mejor en qué consiste esta consagración. Refiriéndose al «acto de total servidumbre a la Madre de Dios» promovido por el Primado de Polonia en 1966, explicó él:
«El acto habla de ‘servidumbre’ y esconde en sí una paradoja semejante a las palabras del Evangelio, según las cuales es necesario perder la propia vida para encontrarla (cf. Mt 10, 39). El amor constituye, de hecho, la consumación de la libertad, pero, al mismo tiempo, ‘el pertenecer’ – esto es, el no ser libre – forma parte de su esencia. Pero este ‘no ser libre’ en el amor no es entendido como esclavitud, sino como afirmación de libertad y como consumación de ella. El acto de consagración en la esclavitud indica, por tanto, singular dependencia y confianza sin límites. En este sentido la esclavitud (la no libertad) expresa la plenitud de la libertad, del mismo modo que el Evangelio habla de la necesidad de perder la vida para encontrarla en su plenitud».
San Juan Pablo II nos invita, así, parafraseando a San Pablo (cf. Rm 8, 21), a participar de la gloriosa libertad de los esclavos de María.
Esclavitud que libera, libertad que esclaviza
Un año después de la visita del llorado Pontífice a Jasna Gora, en un artículo escrito para el diario Folha de San Pablo, el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira sintetizaba tal paradoja con estas palabras: «Hay una esclavitud que libera, y hay una libertad que esclaviza».
Denunciaba él la radical inversión de valores en la mentalidad del hombre moderno «liberto» de la obligación de cumplir los Mandamientos de Dios y de la Iglesia: «Para unos es libre quien, con la razón obnubilada y la voluntad quebrada, impelido por la locura de los sentidos, tiene la facultad de deslizarse voluptuosamente en el tobogán de las malas costumbres. Y es ‘esclavo’ aquel que sirve a la propia razón, vence con fuerza de voluntad las propias pasiones, obedece a las leyes divinas y humanas, y pone en práctica el orden».
Ahora, prosigue él, para aquellos que a la Santísima Virgen se consagran libremente como «esclavos de amor», Ella obtiene «las gracias de Dios que eleven las inteligencias de ellos hasta la comprensión lucidísima de los más altos temas de la Fe, que den a las voluntades de ellos una fuerza angélica para subir libremente hasta esos ideales, y para vencer todos los obstáculos interiores y exteriores que a ellos indebidamente se opongan. […] Para todos los fieles, la ‘esclavitud de amor’ es, pues, esa angélica y suma libertad con que Nuestra Señora los espera en el umbral del siglo XXI: sonriente, atrayente, invitándolos para el Reino de Ella, según su promesa en Fátima: ‘Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará'».
La sagrada esclavitud a María: Síntesis del culto mariano
Además del culto de veneración, de amor, de gratitud, de invocación y de imitación, se debe a la Virgen Santísima, como Reina de todo el universo, un culto de esclavitud. Este último acto de culto mariano sintetiza admirablemente todos los otros de los cuales hemos tratado.
El esclavo fiel a su Reina, si realmente lo es, antes que nada la venera, reconociendo su excelencia única. En segundo lugar, la ama y hace lo que agrade a Ella, evitando todo lo que la moleste. Está pleno de gratitud con relación a Ella por los grandes favores que le ha concedido. Está pleno de confianza en su Reina, pues sabe que Ella conoce, puede y quiere socorrerlo en todo lo que necesite. El siervo fiel a su Reina, por último, si de hecho lo es, trata de imitarla ya que la reconoce como su modelo ideal.
Es, por tanto, como el acto de esclavitud sintetiza todos los otros actos de singular culto que debemos a María Santísima, Madre de Dios, Madre de los hombres, Corredentora del género humano, dispensadora de todas las gracias divinas, modelo insuperable de nuestra vida.
Por la Hna. Lucilia Lins Brandão Veas, EP
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Bibliografía
SAN JUAN PABLO II. Redemptoris Mater.
SAN JUAN PABLO II Homilia e Ato de Consagração a Nossa Senhora, no Santuário Mariano de Jasna Gora, 4/6/1979.
CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Obedecer para ser livre. In: Folha de São Paulo. São Paulo. Ano LIX. N.18.798 (20 set. 1980); p.3.
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