Redacción (Viernes, 17-03-2017, Gaudium Press) La paz que ofrecen los hombres es diferente de aquella que ofrece Dios.
Ya lo dijo el Salvador: «Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo».
¿Cómo es esta paz del mundo? Es la paz «que dan los hombres que aman el mundo», los cuales «ofrecen la paz a fin de poder gozar, no de Dios, sino del mundo, sin las incomodidades de juicios y de guerras». (1) Cuando estos mundanos ofrecen la paz a los buenos, no ofrecen una paz verdadera, pues están ofreciendo algo que desune de Dios, y la paz solo se encuentra en la unión con Dios.
Turpial |
Todos los hombres buscan la paz, expresa Mons. João Clá, EP, en sus excelentes comentarios a las Escrituras «Lo inédito sobre los Evangelios». Pero con frecuencia la buscan donde no se encuentra. Sin embargo, San Beda nos dice dónde está la verdadera paz: «La verdadera, la única paz de las almas en este mundo consiste en estar llenas del amor de Dios y animadas de la esperanza del Cielo, a punto de considerar poca cosa los éxitos o reveses de este mundo. (…) Se engaña quien imagina que podrá encontrar la paz en el gozo de los bienes de este mundo y en sus riquezas. Las frecuentes perturbaciones en esta Tierra y el fin de este mundo deberían convencer al hombre de que él construyó sobre arena los fundamentos de su paz». (2)
Es decir si uno busca en este mundo la estabilidad, es locura, pues este mundo y sobre todo este actual, es la inestabilidad, la incerteza, la sinrazón del futuro. Si uno busca la alegría eterna en este mundo es locura, pues ahora, después de mucho esfuerzo, puedo estar muy alegre, pero ya sé que pronto vendrá la no alegría. Si uno busca gozar siempre del bienestar de la buena salud, pues es locura, porque como dicen los franceses «La santé est un état précaire qui ne présage rien de bon», la salud es un estado precario que no presagia nada de bueno. Etc.
Resume Mons. João Clá diciendo que la paz verdadera se «encuentra en la santidad para la cual todos nosotros somos llamados». «Fuimos creados por Dios y para Él; en cuanto la Suma Verdad no ilumine nuestra inteligencia, en cuanto el Bien Supremo no ocupe un lugar primordial en nuestro corazón, serán frustrados nuestros esfuerzos en busca de la paz. En un mismo corazón no pueden vivir juntos la paz y el pecado. ‘No hay paz en el corazón del hombre carnal, ni en el del hombre entregado a las cosas exteriores, sino solamente en aquel que es fervoroso y espiritual’. Por eso, cuanto más procuro la paz en los gozos de este mundo, más me acusará mi conciencia por el hecho de colocarme fuera del orden del universo», (3) ratifica el fundador de los Heraldos del Evangelio.
Es en el hombre «espiritual» donde hay paz y alegría. Porque sus deseos se ven colmados -en la medida en que ello es posible en esta tierra- con la consecución de su objeto, con la posesión de lo deseado, lo que trae satisfacción.
El hombre espiritual, como todo hombre, desea ternura, y él siente la ternura de Dios en las gracias que Él le da, o en las tonalidades de un turpial, que Dios creó coin ternura para la contemplación humana.
Pero también el hombre espiritual, como todo hombre, desea una fortaleza infinita que lo inunde, que lo proteja, y él la siente en el don de fortaleza del Espíritu Santo, o la percibe en la fuerza del rayo, del huracán, o de un volcán en erupción, obras de Dios para que lo amemos en su fuerza y grandeza.
Y de la misma manera el hombre espiritual, como todo hombre, desea la belleza perfecta, que es el esplendor de la verdad y el esplendor de la bondad, y él la siente en su interior cuando percibe los ‘adornos’ de todos los dones de Dios, e igual la contempla en la maravilla de la Creación o en las bellas obras de los hombres, las ‘nietas’ de Dios.
Y así, por delante.
Solo hay paz con Dios. Sin Dios, el hombre se destroza y destroza a los otros, buscando saciar esos deseos que solo tranquiliza Dios.
Por Saúl Castiblanco
(1) San Agustín. In Ioannis Evangelium. Tractatus LXXVII, n.5. In: Obras. 2 ed. Madrid. BAC, 1965, v. XIV, p. 353 Apud. João Scognamiglio Clá Dias, EP. O inédito sobre os Evangelhos – Comentários aos Evangelhos dominicais – I – Ano A – Domingos do Advento, Natal, Quaresma e Páscoa. Libreria Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano. 2013. p. 100.
(2) San Beda. Homilia XI. In Vigilia pentecostés: ML 94, 196-197. Apud. João Scognamiglio Clá Dias, EP. O inédito sobre os Evangelhos – Comentários aos Evangelhos dominicais – I – Ano A – Domingos do Advento, Natal, Quaresma e Páscoa. Libreria Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano. 2013. p. 101.
(3) João Scognamiglio Clá Dias, EP. O inédito sobre os Evangelhos – Comentários aos Evangelhos dominicais – I – Ano A – Domingos do Advento, Natal, Quaresma e Páscoa. Libreria Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano. 2013. p. 101.
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