sábado, 23 de noviembre de 2024
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El camino hacia Jerusalén: una experiencia para vivir la Semana Santa

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Puerta Dorada, Jerusalén / Foto: Gustavo Kralj – Gaudium Press.

Jerusalén (Jueves, 06-04-2017, Gaudium Press) Jerusalén es el corazón de Tierra Santa, es testimonio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo y lugar testigo de la salvación de toda la humanidad por medio del Hijo de Dios. Por esto es destino privilegiado de peregrinaciones para la Semana Santa que está próxima a comenzar.

«¡Cuántos recuerdos, cuántas imágenes, cuánta pasión y qué gran misterio encierra la palabra ‘Jerusalén’! Para nosotros, los cristianos, representa el punto geográfico de la unión de Dios con los hombres, de la eternidad y la historia», señalaba San Juan Pablo II.

De acuerdo con la Custodia de Tierra Santa, confiada a los Misioneros Franciscanos, peregrinar a Jerusalén no significa sólo viajar como un mero visitante, sino que implica, además del viaje físico, un «camino del alma», que involucra tanto la mente como el corazón para llegar a un encuentro «de conversión, de devoción, de escucha, con la Eucaristía y con Cristo en los hermanos».

Es un encuentro de conversión, porque el peregrino vive la experiencia del hijo pródigo, que reconoce su pecado y tiene el anhelo de cambiar su vida, regresar a su Padre, para así recibir su abrazo; encuentro que está marcado por el Sacramento de la Reconciliación.

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Basílica del Santo Sepulcro, Jerusalén / Foto: Gustavo Kralj – Gaudium Press.

«En este contexto -dice Fray Artemio Vítores, ofm, quien fuese Vicario de la Custodia de Tierra Santa-, el encuentro con Jerusalén debería comenzar en el Monte de los Olivos, y más precisamente en el Santuario del ‘Dominus Flevit», el lugar del llanto de Jesús sobre Jerusalén, sorda y ciega ante la visita del Salvador».

De allí se hace experiencia de la devoción; puesto que el peregrino llega a Jerusalén a orar y adorar a quien dio su vida por él; y el Santo Sepulcro, así como Getsemaní, son los lugares privilegiados para ofrecer a Jesucristo una oración confiada.

En este sentido, como refiere Fray Artemio, «la peregrinación es una llamada y una educación a la oración. La oración del peregrino puede asumir formas diversas: de alabanza y de adoración al Señor por su bondad y santidad, de referencia a los Santos Lugares santificados por la presencia de Jesucristo o de la Virgen, de agradecimiento por lo dones recibidos, de petición de gracias necesarias para la vida, y de imploración de perdón por los pecados cometidos, o simplemente para cumplir un voto».

También es un encuentro de escucha, ya que Jerusalén es, ante todo, «parte integrante de la comprensión de la Palabra histórica de Dios». En este lugar el peregrino «se encuentra en una situación privilegiada para escuchar la Palabra de Dios en los lugares donde ha resonado (…) En Tierra Santa el Evangelio suena de otra manera», dice el franciscano, quien agrega que la Biblia es la principal guía del peregrino.

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Lugar de la flagelación / Foto: Gustavo Kralj – Gaudium Press.

Así como la Biblia es la guía, la Eucaristía es el pan que sustenta el camino del peregrino. Aquí nace el Encuentro con Jesús a partir de su Cuerpo y de su Sangre. «La celebración eucarística acompaña las diversas etapas de la peregrinación y debe reflejar los acontecimientos pascuales del Éxodo, pero sobre todo la de Cristo que celebra su Pascua en Jerusalén, al final de su largo viaje hacia la cruz y la gloria», señala Fray Artemio.

Un encuentro que se recuerda en el Cenáculo de Jerusalén, lugar de la Última Cena, que el Papa Francisco tuvo la alegría de visitar y donde celebró la Misa durante su viaje a Tierra Santa el 26 de mayo de 2014. En aquella ocasión, el Sumo Pontífice expresó: «Aquí donde Jesús consumó la Última Cena con los Apóstoles; donde, resucitado, se apareció en medio de ellos; donde el Espíritu Santo descendió abundantemente sobre María y los discípulos. Aquí nació la Iglesia, y nació en salida. Desde aquí salió, con el Pan partido entre las manos, las llagas de Jesús en los ojos, y el Espíritu de amor en el corazón».

Por último, el encuentro con Jesús en Jerusalén se da través de los hermanos. «La caridad hay que ponerla en práctica durante el camino de la peregrinación, socorriendo a los necesitados, compartiendo con los demás el alimento, el tiempo y las esperanzas (…) La caridad se manifiesta también en las ofertas para los pobres, en las ayudas a los peregrinos enfermos (…) Con estas actitudes puede el peregrino encontrar a Cristo en Jerusalén», concluye Fray Artemio.

Con información de Custodia de Tierra Santa.

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