domingo, 24 de noviembre de 2024
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En octubre, los “Niños Mártires de Tlaxcala” serán canonizados

Ciudad del Vaticano (Martes, 25-04-2017, Gaudium Press) En el último Consistorio Ordinario Público, realizado hace pocos días, además de las canonizaciones de los mártires de Río Grande del Norte del Brasil y de los Pastorcitos de Fátima, fue anunciada también la canonización de los «Mártires de Tlaxcala».

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«Niños Mártires de Tlaxcala»

Cristóbal, Antonio y Juan, los denominados «Niños Mártires de Tlaxcala», fueron asesinados por odio a la fe en México, entre 1527 y 1529.

Los niños mexicanos recibirán la gloria de los altares siendo canonizados el próximo día 15 de octubre, en el Vaticano. Los nuevos santos fueron beatificados por Juan Pablo II, en la Basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México, cuando su Visita Apostólica al país en mayo de 1990.

San Cristóbal, mártir

Cristóbal, que fue martirizado aún en la pre-adolescencia, nació en Atlihuetzia, en el actual Estado mexicano de Tlaxcala.
El mártir era hijo del Cacique Acxotecatl. Su educación fue fruto del incansable trabajo evangelizador que los frailes franciscanos realizaban en la región, entre los años 1524 y 1527.

Él recibió el Bautismo y luego se transformó en un niño apóstol que buscaba llevar la buena nueva de Jesucristo a los que lo cercaban. Influyó a su familia a tal punto que consiguió conducir a la conversión a algunos parientes más cercanos, menos su padre, el Cacique Acxotecatl.

Esta conversión de sus parientes le costó una reacción llena de rabia y odio religioso del cacique que mandó torturarlo despiadadamente.

Cristóbal no consiguió recuperarse de las quemaduras y golpes que el odio paterno le proporcionó y vino a fallecer a los 12 años de edad.

Su cuerpo fue enterrado en el antiguo Convento de San Francisco, actual Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, en Tlaxcala.

Antonio y Juan

Estos dos pequeños mártires nacieron en la región de Taxcala, en Tizatlán. Ellos también tuvieron la benéfica influencia de los frailes franciscanos, al inicio de su educación y, más tarde, la igual influencia de los frailes dominicos.

Los dos niños tenían un deseo: erradicar la adoración a los ídolos en su pueblo y en las aldeas vecinas. Y su acción comenzó a tener frutos. Al ser descubiertos por moradores de Cuautinchán, en Puebla, intentando poner fin a la idolatría, fueron golpeados por idólatras hasta la muerte por odio a la Fe. (JSG)

 

 

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