Redacción (Martes, 25-04-2017, Gaudium Press) La nuevas generaciones son muy, muy diferentes de las anteriores. Decía Plinio Corrêa de Oliveira que probablemente habría más parecido entre un hombre de 90 años y Tutankamon (faráon que reinó en Egipto del 1336 al 1327 a.C), que entre ese mismo hombre y un chico de 15. ¿En qué consiste esa diferencia? Sigamos esa impresionante evolución psicológica de la mano de Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP y del propio Dr. Plinio, con la doctrina de la monumental obra «El Don de la Sabiduría en la Mente, Vida y Obra de Plinio Corrêa de Oliveira», de autoría de Mons. João Clá. El Dr. Plinio no sólo detalló con la mayor exactitud ese proceso, sino que dio las claves para la solución del «problema» de las generaciones jóvenes.
Tutankamon y el enjolras
Afirmaba el Dr. Plinio, quien nació en 1908, que en las generaciones anteriores a la suya «había una riqueza de personalidad, de resonancia interna del propio pensamiento y un modo reflexivo, ponderado y equilibrado de ver las cosas». En sentido diverso, cuando contemplaba su generación, evidenciaba que los problemas de la vida «tenían mucho menos profundidad y significación, menos peso las palabras y menos armonía las almas. Era como si un plato de sopa se fuese volviendo sucesivamente más pequeño y más plano, hasta transformarse en un platillo de café». 1
¿Qué había pasado?
«Otrora había un principio ordenador del pensamiento, por el cual la lógica movía al hombre a hacer esto o lo otro. En teoría, las personas ponían la lógica como pivote de todo y nadie admitía la posibilidad de pedirle a la lógica que dimitiese para realzar una acción tenida por todos como ilógica».
Había pues una ordenación interna: la lógica iluminaba y el hombre, en buena medida seguía los dictámenes de la lógica y admiraba la lógica. Pero algo había pasado…
«Ahora bien -afirma Mons. Clá, la llegada del cine norteamericano, con sus escenas de tensión, espontaneidad y extravagancia, determinó una inmensa mutación que trastornó la adhesión a la lógica que había en las mentes, como también explicó el Dr. Plinio: ‘Esta lógica, que había encontrado su auge en el tomismo, duró, con más o menos desfiguraciones, hasta el comienzo de este siglo [S. XX], cuando empezó la era de la influencia hollywoodiana, después de la Primera Guerra Mundial’ «.
Una bella procesión puede ser ocasión de un flash |
Era la ya entonces fortísima influencia del cine producido en los Estados Unidos, que difundía un tipo de felicidad ‘pseudo-maravillosa’. Eran también tipos humanos, ‘embombados’ por la publicidad de entonces y también de hoy, que no eran los de personas regidas por la lógica, sino de gente que impresionaba mucho los sentidos y las emociones, o gente que «vendía» un tipo de felicidad medio mágica, donde todo lo que tocaban lo volvían ocasión de felicidad despreocupada, no conquistada con el esfuerzo que requiere seguir la lógica.
«Este y otros muchos factores fueron el motivo de que en la mente humana faltase el equilibrio hasta el punto de hacer que se perdiera la noción de los principios y pasase a regirse por las emociones. La lógica fue retrocediendo poco a poco, como decía el Dr. Plinio: ‘Lentamente se fue desplazando la lógica en favor de la impresionabilidad, de las sensaciones. Y su poder fue disminuyendo'», expresa Mons. João Clá.
Este proceso no hizo sino acentuarse con los efectos del Mayo del 68 francés.
«A partir de la revolución de la Sorbona, en mayo de 1968, entró en escena un modo de ser más ilógico todavía, que se difundió por todo Occidente: de la generación nueva se pasó al ‘enjolrismo’ [término acuñado por el Dr. Plinio para referirse al conjunto de características propias de las generaciones posteriores a mayo del 68], fenómeno que produjo estragos todavía mayores en las mentalidades y en las capacidades. Se rechazaba la cultura, se ponían de lado los vínculos con el pasado y con la historia, se perdía la noción de la verdad, del bien y de la belleza, y se establecía un caos temperamental y nervioso. ‘Llegaron los enjolras [los más jóvenes], y sentí en ellos un ‘désaxement’ [en francés, un desequilibrarse] de casi toda su personalidad, que hacía que les fuese imposible el querer seriamente y el pensar normalmente’, comentaba el Dr. Plinio». Era casi una destrucción de la estructura psicológica humana.
Forzosamente este tipo de personas tenía una gran dificultad en seguir el hilo de una explicación doctrinaria, «y parecía que no se entusiasmaban con las materias expuestas» en las reuniones, «sino que permanecían con una actitud apagada y anodina, formando una masa amorfa».
¿Cómo ayudar a las nuevas generaciones?
¿Qué hacer para ayudar a estos jóvenes, cómo hacer para «que pudiesen recibir con fervor las maravillas de la doctrina católica»? ¿»Aquel desastre interior tenia solución?» Gracias a Dios, sí.
Dr. Plinio dilucida en determinado momento que las antiguas generaciones «tenían la tendencia a sobrevalorar el raciocino en detrimento de la observación de la realidad palpable». Y «en comparación con el raciocinio, la observación de la realidad sería algo de segunda clase». En cambio, los ‘hijos’ de Hollywood pero sobre todo los de mayo del 68 «manifestando su insatisfacción y negándose a asimilar la doctrina en estado puro y seco, ellos sí que esperaban oír de sus maestros ejemplos concretos, descripciones de ambientes y episodios históricos», lo que constituía una reacción en muchos aspectos comprensible a la hipertrofia del raciocinio.
«Esa actitud de fuga creó la necesidad de una enorme ‘leçon de choses’ [en francés, lección sobre cosas, cosas concretas no abstractas], que en los ‘enjolras’ buenos viene impregnada con el deseo de llegar hasta el otro extremo del mundo del pensamiento, que también hace parte de la cultura: el mundo de lo maravilloso», es decir el de una realidad sí concreta, pero hiper idealizada.
Unas especiales chispas de vida mística
Dr. Plinio se daba cuenta que después de una larga reunión que reunía doctrina abstracta y ejemplos concretos, a los más jóvenes lo que más los había entusiasmado había sido, no el núcleo principal, sino «algún ejemplo o metáfora», es decir algo concreto, o lo simbólico de una realidad concreta, realidades que hablaban muchísimo más al carácter emocional de las nuevas generaciones. Y él se adaptó a esa realidad, pero además empezó a percibir una misteriosa y entretanto maravillosa acción de la Providencia, que se aprovechaba de esas características.
«De repente, tenían un ‘flash’ sobre un asunto colateral. Una centella no planeada, surgía de lo que yo decía [en mis exposiciones], encendía una hoguera y daba un buen resultado. Y me daba cuenta de que había contribuido para ello una operación de la gracia, puesto que ellos mejoraban», recordaba el Dr. Plinio: era esta la clave para hacer progresar espiritualmente a las nuevas generaciones; se había encontrado el «ojo de la cerradura» de ellas.
«Pero, entonces, ¿qué era el flash?- se pregunta Mons. João Clá. La expresión no era nueva, en el lenguaje del Grupo [formado por el Dr. Plinio]. Muy accesible a cualquiera por su relación con el mundo de la fotografía, esta figura siempre había sido utilizada para definir los momentos en que brillan de modo fugaz determinados aspectos de la realidad. Sin embargo, ya en la década de 1970, el Dr. Plinio llamaba ‘flash’ casi exclusivamente a ciertas gracias actuales de orden místico, repentinas y pasajeras, frecuentes en la vida espiritual de sus seguidores: ‘Así como en el momento de sacar una fotografía sale una luz intensa y el objetivo capta lo que sin esa luz no captaría, así también esta gracia actúa a la manera de un flash, haciendo que el ‘objetivo’ de nuestra alma vea y grabe aquello que, normalmente, no vería ni grabaría'».
¿Cómo es un flash típico? «Una persona, por ejemplo, se encuentra en una iglesia al comienzo de alguna celebración. Inesperadamente, diversos factores del ambiente parecen conjugarse para ejercer sobre ella un efecto emocional de gran intensidad. repican las campanas, vibran los acordes delórgano y las voces del coro, el incienso se eleva y los rayo del sol penetran generosamente por los vitrales. la escena es habitual y no se reviste de excepcional solemnidad, pero, en esa circunstancia específica, quien está allí, de repente se siente transportado a un universo superior, como si viese reflejos de algo que jamás imaginó que iba a poder contemplar en este mundo. Para ella, el templo brilla como si fuera un espejo del Paraíso Celestial. La respiración se vuelve casi jadeante y las lágrimas corren. Al final, al retirarse de allí, no sabe explicar lo que ocurrió, pero tiene la impresión de haber sido acariciada por Alguien que la ama sin límites».
Los flashes eran «chispas de vida mística», con los que particularmente el ‘enjolras’ «se llena de piedad, pues experimenta en sí la alegría que Dios tiene por él». Son comunicaciones místicas que hacen parte «de la categoría de las gracias operantes, que proporcionan una experiencia de lo divino, en lo más profundo del corazón». Pero el ‘flash’ es incluso una comunicación mística aún más especial, que en buena medida ordenaba la psicología del ‘enjolra’, favoreciendo «la inteligencia a través de un conocimiento sobrenatural muy superior al que ésta podría tener por los sentidos, dándole certezas plenas y haciendo que vea con rapidez y profundidad lo que jamás llegaría a captar en años de estudio. También invita a la voluntad a que ame sin esfuerzo las cosas que la llevan hacia el bien, inculcándole fuerzas y entusiasmo para practicar las virtudes y abandonar todo lo que la aparta del camino de la santidad. Finalmente, confiere a la sensibilidad tal ordenación que, en el momento del ‘flash’, se diría que las miserias del pecado original se borran: la inocencia parece restaurada y la persona se siente angelizada». Era la maravillosa solución mística para la pauperización de la psicología humana. Era la explicitación de una vía espiritual perfecta para las debilísimas nuevas generaciones.
Cultivar los flashes
¿Y cuando el flash pasaba?
Pero el flash era momentáneo. Y entonces, ¿cuándo se retiraba el flash que se hacía? «Por el hecho mismo de ser pasajera, esta gracia no se establecerá en el alma de una forma duradera si no se cultiva por el recuerdo. Una vez pasado el entusiasmo sensible, el flash ‘deja en el alma un consuelo y un perfume’, como explicaba el Dr. Plinio. Es el momento de sacarle provecho, dándole valor e importancia, procurando profundizar su significado y fijar su recuerdo. Y recomendaba: ‘Entre un flash y otro, debemos hacer el esfuerzo de recordar el último asiduamente, de manera que nuestra vida pueda estar continuamente iluminada por los `flashes’ que tuvimos». Los flashes eran como brasas, que cuando pasaba el flash, quedaba algo como la brasa apagada, pero aún viva. Rememorar los flashes era como «soplar las brasas de nuestros flashes», reviviéndolos en buena medida. «Los flashes bien cultivados son la garantía de fidelidad y perseverancia cuando llega la hora de la prueba».
Cuando llegaba el flash, el joven como que se elevaba hacia la altura con facilidad. Pasado el flash, el recuerdo del mismo tenía mucho de sus maravillosas y benéficas propiedades.
Por tanto, «nuestro problema está en saber qué palabras decir para que auxilien a la gracia en el momento del flash», para favorecer la acción del flash. Este lenguaje, debía tener mucho de concreto, de ejemplos, de sucesos de la vida diaria, de ejemplificación con buenos modelos de vida, que hablaban al corazón más que a la mente, que incluían los principios en esos hechos concretos, pero que sobre todo, facilitaban la acción de la gracia mística que el Dr. Plinio llamó ‘flash’, que cuando llegaba al alma de los más jóvenes, les mostraba una realidad divina a partir de la realidad concreta.
El cultivo de los flashes era como la construcción de la estalactita y la estalagmita, que en determinado momento forman una poderosa columna, la columna de la virtud.
Por Saúl Castiblanco
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1 Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. El Don de la Sabiduría en la Mente, Vida y Obra de Plinio Corrêa de Oliveira. Tomo IV. Libreria Editrice Vaticana – Heraldos del Evangelio. Lima. 2016. Todas las citas son tomadas de esta obra.
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